DEL LINIMENTO A LA COMPENETRACIÓN
Claro está, que en aquella época lo más aconsejable y económico eran las diestras manos que friccionaban con habilidad sobre gemelos y muslos el tonificante líquido vertido del frasco del crápula del tío del bigote. Así fue con muchas generaciones de deportistas. El utilero siempre acudía en auxilio del delantero que había sufrido un tirón o del portero que padecía un esguince. Siempre llegaba él con su frasco de linimento, unas friegas y a seguir en la batalla.
Algo de aquella experiencia debió quedar en el utilero, para que ahora se encuentre manoseando las ferias de los novios y novias, la de agricultores, ganaderos y turistas. Algo de linimento debe conservar en su alforja política para que ahora sobe con sus dedos la Educación y la Cultura. Con el regenerador linimento también embadurna ahora a los empleados y a los aspirantes a serlo. Con el líquido reconfortante de su mágico frasco del tío del bigote también consigue que apeste el ente público de radio y televisión.
Y cuando el gran jefe, el gran atleta, el gran corredor de fondo, el amo del universo, sufre una caída o es víctima de una zancadilla, el utilero saco su frasco de linimento, fricciona, unas friegas, y a seguir en la batalla.
Claro está, que en aquella época lo más aconsejable y económico eran las diestras manos que friccionaban con habilidad sobre gemelos y muslos el tonificante líquido vertido del frasco del crápula del tío del bigote. Así fue con muchas generaciones de deportistas. El utilero siempre acudía en auxilio del delantero que había sufrido un tirón o del portero que padecía un esguince. Siempre llegaba él con su frasco de linimento, unas friegas y a seguir en la batalla.
Algo de aquella experiencia debió quedar en el utilero, para que ahora se encuentre manoseando las ferias de los novios y novias, la de agricultores, ganaderos y turistas. Algo de linimento debe conservar en su alforja política para que ahora sobe con sus dedos la Educación y la Cultura. Con el regenerador linimento también embadurna ahora a los empleados y a los aspirantes a serlo. Con el líquido reconfortante de su mágico frasco del tío del bigote también consigue que apeste el ente público de radio y televisión.
Y cuando el gran jefe, el gran atleta, el gran corredor de fondo, el amo del universo, sufre una caída o es víctima de una zancadilla, el utilero saco su frasco de linimento, fricciona, unas friegas, y a seguir en la batalla.