miércoles, 22 de junio de 2011

RELATO DE UNA FUNCIÓN

RELATO DE UNA FUNCIÓN

El público se iba acercando bien emperifollado y muy entusiasmado. Iban a la representación del estreno. Iban con ánimos renovados a ver la función. Los ajenos al evento se preguntaban si había boda, comunión o bautizo. Tantos tiros largos tenía que deberse a algo muy importante. Pero no, iban a la representación de siempre, la masiva afluencia se debía a que habían cambiado los actores y el director de escena. Esa era la única razón de tanta algarabía por el exterior del teatro.

Todas las puertas de acceso al patio de butacas abiertas de par en par como si quisieran transmitir al espectador que el aire viciado del interior se había limpiado por completo. Los ventiladores llevaban varios días funcionando para que de allí, de aquel supremo altar, se evaporaran los olores añejos y el personal de limpieza llevaba al menos una semana quitando los sedimentos del rancio sabor de rosa marchita de la tortuosa historia más reciente. Las majestuosas lámparas que colgaban del techo se habían tornado de color azul fresco y tranquilizante para los asistentes al acto. Los apliques de las paredes adornados con innumerables gaviotas que daban la sensación de llevar un mensaje de rotundidad hacia un cambio importante, pretendido por la mayoría de los concurrentes.

El atrezzo inmejorable y el tramoyista, mejor imposible. El fondo estaba presidido por la enseña nacional y por el retrato del incuestionado heredero de militares golpistas.

El público llegaba en parejas o en pequeños grupos y antes de tomar asiento en la localidad buscaban afinidades entre ellos. Para aquella representación se examinaban mutuamente tratando de encontrar esa afinidad tan humana como devastadora. Se buscaba afinidad entre los colores de partido.

El apuntador de la obra teatral, un hombre de mediana edad, preparado en constituciones y otras normas, vestido con un elegante traje a estilo de Cary Grant, explicó los pormenores iniciales y todos los actores estuvieron de acuerdo.

-¿Qué representan? –preguntó un ingenuo espectador.

-El barco a la deriva –respondió un veterano asistente.

Una señora, enfundada en un vestido de primavera del último pret à porter, que presenciaba el espectáculo en su condición de madre de uno de los jóvenes actores, ordenó callar educadamente a la pareja hablante que se encontraba en su misma fila. La señora no quería perderse detalle alguno y, probablemente, con toda la razón del mundo.

Y la obra empezó a representarse. Lo hicieron invocando una vieja y consensuada norma estudiada y admitida por todos para evitar situaciones arbitrarias e indeseadas.

De entre los marineros, eligieron al de mayor edad y al más joven para que cotejaran los documentos de los que se subieron a bordo y ellos dos ocuparon el centro de la atención y la mesa que presidía, bajo la atenta mirada del vigía de las normas a las que nunca se sometió, el acto.

-Aquí tengo papeles de tres marineros que no se han presentado para embarcar, ¿qué sabes al respecto, grumete?

Así empezó el diálogo entre aquellos dos actores. El primero en tomar la palabra fue el marinero mayor. Un hombre convencido de su papel, vestido solemnemente para la ocasión, aunque de diario lo hiciera de forma elegante. Respondía al nombre de Julio César Seguro. Quien respondió a su pregunta era el actor más joven. Un chico formal y con las suficientes agallas como para haberse enfrentado en su pasado reciente a las maniobras insidiosas del todopoderoso capitán anterior.

-Mire usted, marinero Seguro, es que esos tres muchachos hicieron el curso de marinero por correspondencia y a la hora de la verdad, pues parece ser que les ha entrado un poquito de canguelo y se han quedado en casa.

-¡Ah!, muy bien, muchacho, pero dime, ¿quién te ha dado esa interesante información?

-Los chicos de ahí –respondió el jovenzuelo, señalando a la izquierda con la mirada.

-Bien, grumete. ¿Qué dice el cuaderno de bitácora que debemos hacer ahora, muchacho? –preguntó el marinero de más edad, al tiempo que se mesaba sus barbas canosas de corto pelo-, ¿cómo no ha llegado el viejo capitán del barco?

-No vendrá, señor –respondió el joven en voz baja.

Pero aquello fue oído por la gente que ocupaba las butacas y se escuchó un estridente y general silbido.

-Tú sabes mucho, chiquillo. Por qué ha silbado la gente, ¿lo sabes?

-Sí, claro. Eso también lo sé. Con el viejo capitán el barco empezó a zozobrar.

-Y claro, ahora no querrá que le culpen si se hunde.

-Así es, señor.

-Bien, chico. ¿Qué dice el cuaderno de bitácora?

-Ahora, mi señor, toca nombrar a todos los marineros, han de jurar lealtad para que el barco navegue, evitando las olas salvajes, luchando frente a las despiadadas dentelladas de los tiburones y bordeando el peligro de los huracanes, entregarles el salvavidas y ubicarlos en la nave.

-Qué te parece, si tú los nombras en alta voz, ellos prestan juramento y yo les entrego el salvavidas.

-Me parece correcto, señor. No obstante, indicarle que para eso menesteres tenemos al apuntador.

-¡Aja! Bien. Sabes mucho de marinero. Te felicito.

-Bueno, en realidad es que soy hijo de marinero.

-Eso lo justifica todo. Sería un buen marinero tu padre, ¿no, chiquillo?

-Un excelente marinero, señor. Sin embargo hay algo que desconozco, señor.

-¿Qué es eso, chaval?

-¿Por qué le llaman el marinero Seguro?

-Bien, te lo explicaré. Siempre he estado seguro de lo que he hecho en la vida. Mira, esta insignia lo acredita –el marinero Seguro se echó mano al pecho y se quedó sorprendido. No llevaba la insignia que quería enseñarle al chaval-. Vaya por Dios, pues parece ser que la he extraviado o perdido.

-Tendría que ser algo bonito para quedarse con esa cara de compungido, señor.

-No, esto ha de ser una señal del Altísimo. Seguro que ahora me encomendará tareas más nobles –respondió el marinero Seguro alzando la vista al cielo.

-Si usted lo dice, señor. Será –dijo el grumete y el marinero mayor le hizo un gesto al apuntador.

El apuntador obedeció al gesto que le hiciera el marinero de mayor edad. Cogió la lista de embarque y una pluma que no paraba de encapuchar y descapuchar.

El primero en ser nombrado, fue el lobo marino solitario.

Elegantemente vestido, como todos los marineros aquel día, el lobo marino solitario se dirigió con plácida tranquilidad hasta el espacio que el tramoyista había preparado para el juramento solemne. Condujo su mano hasta el diario de compromisos, echó un vistazo con el rabillo del ojo izquierdo sobre aquel sagrado tablero y observó varios objetos de solemnidad histórica y añeja que reposaban allí junto con el diario de compromisos. No le extrañó que estuvieran allí con igual preeminencia, no obstante, conociendo, como conocía, al resto de aquella variopinta tripulación, respetó aquello, sin embargo condujo su vista por el mástil mayor de la nave y aunque el sol artificial le nublaba la visión, pudo contemplar el color de la bandera que enseñoreaba al mástil y por ende a toda la nave. Opuso resistencia a los colores.

-No puedo comprometer mi lealtad con esos colores, compañeros.

Silencio y expectación en el patio de butacas.

El resto de marineros, como si de resortes se tratasen, se pusieron en pie, se acercaron al lobo marino solitario y a coro le dijeron.

-Sabías, cuando te presentaste a tripular en este barco, el color de la bandera que llevaríamos, ¿qué te ha hecho cambiar de opinión?, acaso ¿eres daltónico?

-Oh, no, compañeros. Pero estimo que con los colores de mi bandera el navío realizaría muchísimo mejor el trayecto.

-Dime, lobo solitario –tomó la palabra de nuevo el marinero de mayor edad-, ¿has traído tu bandera?

-Por supuesto. Siempre la llevo encima.

-Te propongo un trato.

-Te escucho, marinero Seguro.

-Vamos a navegar con la bandera que ya tenemos puesta. No estamos para perder el tiempo con esas cosas. Si nuestra bandera se ajara y la perdiésemos, podríamos estudiar izar la que tú traes. ¿Jurarás?

El marinero lobo solitario pensó durante un corto instante y después habló a todos.

-Juraré, pero haré mención al trato que me habéis propuesto.

Todos los marineros respiraron, el público aplaudió el entendimiento de los marineros y desde la cuarta fila del patio dos ancianos comentaban lo sucedido.

-Por qué aplaudes Alfonso, si tú nunca fuiste de esa bandera.

-Evolución, chico –le respondió el compañero de fila-. Tampoco era de los que ahora hemos ganado.

Todos los marineros juraron o prometieron y hubo incluso quien juró y también prometió. La frase que se repitió sobre la cubierta del navío hasta diecisiete veces fue la siguiente: “Juro por mi conciencia y honor cumplir fielmente con mi cargo de marinero, con lealtad al capitán del barco y guardar y hacer guardar el mapa de marinería como norma fundamental de la navegación.”

Tanto se repitió aquel estribillo que alguno de los espectadores llegó a decir: “mira que guardar y hacer guardar tanto el mapa de marinería que al igual no lo sacan nunca y pierden el rumbo”.

Finalizado el ritual de los juramentos y promesas, el viejo marinero volvió a consultar con el joven grumete.

-Ahora toca entregar los salvavidas, no es así, chaval.

-Sí, señor. Además me permito aconsejarle que al mismo tiempo vaya ubicando a la tripulación.

-¿Cómo?

-Pues cada uno en su sitio. Cada cual en el lugar donde mejor pueda remar, señor. Además, usted es el marinero Seguro. Ha de saber esa cuestión.

-Ya entiendo, ya entiendo –concluyó el marinero de mayor edad, mientras movía la cabeza en señal de asentimiento.

Se dispuso a coger la lista de marinería para nombrar a la tripulación, pero el grumete le sujetó la mano.

-Señor, el apuntador, el apuntador.

Y, efectivamente el apuntador fue nombrando de nuevo a los marineros que embarcaron en la nave y el señor mayor les fue entregando los salvavidas y les ordenaba donde debían quedarse. A unos les decía que a estribor y a otros que a babor. Y todos iban obedeciéndole, hasta que nombraron al lobo solitario y al escuchar que tenía que ir a babor, protestó.

-Pero marinero Seguro, mi sitio está en estribor. Así lo hice en el último viaje.

-Ya, algo he oído, pero comprende que tengo que compensar las cargas del navío. En este viaje estarás mejor en babor que en estribor. Además, remarás de forma natural.

Y el lobo marino solitario, aceptó.

-Llegado a este punto, ¿qué nos queda para soltar amarras y levar ancla, grumete?, ¿qué nos dice el cuaderno de bitácora?

-Pues qué quiere que nos diga, señor. Que un barco sin capitán es como un jardín sin flores.

-¿Y dónde está ese capitán, chaval?

-El cuaderno dice que se elige de entre los marineros.

-¿Cómo se elige?, alguien lo nombra y ya está.

-No señor. Se hace por votación.

-Claro, claro. Qué torpe he sido. Si es que yo nunca he estado en estos berenjenales. Y la votación la prepara el apuntador, ¿verdad?

-Así es, señor.

El apuntador preparó la votación. Papeletas y urna. Todos los marineros depositaron, conforme fueron nombrados, sus votos en la urna. El apuntador abrió el transparente recipiente de la soberanía marinera, cogió de nuevo la pluma que volvió a encapuchar y a descapuchar, contó los votos y en alta voz y de forma solemne ofreció el resultado.

-Ha sido elegido capitán por mayoría absoluta, el marinero mayor, el marinero Julio César Seguro. Queda nombrado por tanto capitán del navío don Julio César Seguro.

La gente de las butacas se levantó de los asientos y aplaudió enérgicamente aquella democrática decisión de la marinería. El marinero Seguro, visiblemente emocionado, aceptó con orgullo la responsabilidad que sus compañeros le encomendaron. El grumete retomó la lectura del cuaderno de bitácora.

-Señor, para hacerle entrega del timón del barco, antes tiene que jurar el cargo de capitán –observó el joven marinero.

-Bien, como digáis.

Y el viejo marinero conocido como marinero Seguro, juró y se hizo con el timón de aquel navío.

Los espectadores del acto aplaudieron durante un largo espacio de tiempo.

Todos los marineros felicitaron al nuevo capitán del barco y el apuntador, después de despedir al grumete de la mesa presidencial, le dijo al marinero Seguro, que ahora, como flamante comandante del navío, era costumbre dedicar unas palabras al pasaje.

-Llevamos mucho pasaje, ¿no es así? –dijo el capitán fijando la vista en el patio de butacas.

-El barco está a rebosar, señor.

-Hagámoslo, pues –dijo el capitán con el timón en la mano- Hablé usted primero, lobo solitario.

-Pasajeros del navío “Nuevo Horizonte” –empezó así su discurso el lobo marino solitario- quiero que sepan que agradezco que hayan contado conmigo para tripular en este barco. Remaré con todas mis fuerzas para que vayamos a buen puerto, pero advierto que echaré amarras si los aparejos que se utilicen, interpreto que nos pueden llevar al naufragio.

Aplausos del pasaje.

-¡Salud y república! –se despidió así el lobo marino solitario.

-Vaya, la tenías que engorrinar al final –se oyó que dijo uno de los pasajeros de las últimas bancadas.

Cuando el lobo marino solitario regresó a su sitio de babor, el capitán otorgó la palabra al marinero primero de aquella ubicación. Le dio la palabra al marino Blanca Esperanza, llamado así porque en el último viaje utilizó mucha nieve para anegar las pozas que surgieron en el navío y que le hicieron zozobrar, sin embargo, equivocó las coordenadas y se quedó a dos millas del puerto.

-Capitán, compañeros de tripulación, señores y señoras pasajeras –con tono cansado aunque solemne, inició así su discurso el marinero Blanca Esperanza- me siento orgulloso de formar parte de nuevo de la tripulación de este maravilloso navío. Aunque ahora he quedado en la retaguardia, no crean que no lucharé por todo lo que a lo largo de todos estos años hemos conseguido para el pasaje en general. Seguiremos insistiendo en la salubridad de los camarotes, en mejorar la dieta y el confort de los pasajeros. Ampliar la biblioteca del barco para perfeccionar los conocimientos de todos ustedes. Tendré siempre la mirada atenta para que los pasajeros de inferior categoría alcancen, sin menoscabo del resto, los mismos derechos que los de categoría suprema. Aquí me tienen y cuando me necesiten, capitán, resto de tripulantes y pasajeros, no duden en tocar con los nudillos a la puerta de mi humilde camarote. Gracias a todos.

De nuevo aplausos de los pasajeros y de toda la tripulación.

Inmediatamente después, el flamante capitán, otorgó la palabra al almirante. Al marinero predicador.

Ceremonioso, pausado y calmoso, el marinero predicador alcanzó el área habilitada para dirigirse a los pasajeros. Como segundo de a bordo del navío, sus palabras fueron muy esperadas. Antes incluso de abrir la boca, ya recibió el primero de los muchos aplausos que acogió de la congregación.

-Ayúdame Dios mío –musitó antes de hablar, lanzando una mirada escrutadora al cielo, como tratando de encontrar aquello a lo que le profesaba una fe ciega-. Señor Capitán, señores y señoras miembros de la tripulación, querida congregación. Por primea vez en casi treinta años, este barco será guiado por los designios de Dios. Demos gracias al Señor, queridos congregados. Hemos esperado con tesón y paciencia el gran milagro, pero gracias a vuestra fe inquebrantable, ese milagro ha llegado por fin.

Gracias a Dios, repetían al unísono los congregados del pasaje.

-Y ¿por qué ha tardado tanto tiempo en producirse el milagro?, sabéis por qué, queridos congregados. Ha tardado tanto tiempo porque Dios le dio la espalda a la congregación. A esa congregación que se preocupó de lo material. Esa congregación que se dio al despilfarro y a jugar a querer ser Dios. Cuando Dios sólo hay uno y verdadero –los congregados rompían en llantos y aplausos-. La congregación no puede dedicarse a remover el pasado. ¡No! De ninguna forma la congregación puede, invocando una extraña memoria, ir removiendo a los muertos de sus tumbas –el marinero predicador dirigió la mirada a los marineros que ocupaban la zona de babor-. Eso sólo Dios lo puede hacer.

-Oh Dios, perdónanos –decían a coro los congregados. El marinero predicador retomó la palabra, después de aquella espontánea intervención del pasaje.

-Ahora Dios nos pide que seamos austeros y seremos austeros y no levantaremos monumentos que deifiquen nuestro sudor de mortales ni levantaremos nuevas torres de Babel. Practicaremos el recogimiento y el rezo como tributo a nuestro Señor y os prometo que nos salvaremos y así volveremos al buen redil. Volveremos con el rebaño de Dios y con Dios Nuestro Señor, no hará falta la disputa de género. Ante Dios, sí que todos somos iguales. ¿Queréis salvaros? –preguntó en voz alta a los congregados- Sí queremos salvarnos –respondieron voz en grito los pasajeros.

»Habéis dudado de Dios durante casi treinta años y por eso ahora Dios nos pide sacrificios. Sacrificios que yo estoy dispuesto a hacer y, ¿vosotros?

-¡¡¡Haremos sacrificios!!! –respondió entusiasmada la congregación.

-No dilapidaremos nuestros escasos recursos en golosinas, ni en TBO para los niños. Tampoco haremos fiestas dionisiacas como las que se han venido acometiendo durante estas tres décadas, pero no abandonaremos a nadie de la congregación ante los dilemas que Dios, en su Eterna Sabiduría, nos irá proponiendo para comprobar si estamos haciendo propósito de enmienda.

»Si queréis salvaros, nosotros –señaló con el índice a los marineros de estribor- bajo las órdenes de nuestro nuevo capitán os conduciremos por el camino de Dios –aplausos- ¡Que Dios nos ayude!

Cerrada y larga ovación de la congregación de pasajeros al marinero predicador que regresó a su puesto de mando.

El capitán esperó un breve instante hasta que cesaron los aplausos a su lugarteniente, luego él mismo tomó la palabra y con el timón del navío entre las manos, se dirigió a la congregación de pasajeros.

Al igual que su antecesor en el uso de la palabra, lo primero que hizo el capitán de la nave fue dar gracias a Dios por ser el protagonista de tan feliz evento. Después hizo un homenaje a todos aquellos capitanes del navío que realizaron la misma travesía que la que él iba a iniciar en tiempos remotos. Agradeció la dedicación, también, a frustrados capitanes miembros de su compañía y que nunca lograron el mando. Se detuvo un instante y miró a una de sus compañeras, dirigió la vista a estribor y la nombró exprésate, dándole las gracias por su inestimable trabajo para que ahora él pudiera ser el capitán del navío, no obstante, la compañera, con una sonrisa perdida entre los apliques del teatro, simuló el agradecimiento al capitán, aunque ella se veía fuera de la embarcación, se imaginaba ubicada en la nave nodriza y remando a contracorriente. Como siempre lo había hecho y todos los congregados aplaudieron aquellos gestos y aquellas emotivas palabras.

Después, el capitán, tuvo estimables palabras para los compañeros de la tripulación que ocupaban la zona de babor y, aquello también fue aplaudido por el pasaje.

Eufórico y sin soltar el timón del barco, se dirigió a todo el pasaje.

-Hoy empieza una nueva época. Se ha acabado la forma de hacer el trayecto tal y como se venía haciendo a lo largo de los últimos siete viajes. Ahora todo se realizará con la mano tendida, con el acuerdo y con el consenso y jamás sin despreciar a la parte contraria, no haremos nada por imposición. Ya no habrá imposiciones de los marineros de estribor a babor ni viceversa. Todos somos necesarios para que ustedes viajen cómodamente.

»Advertir en cualquier caso, que el viaje será complicado y que para llegar a buen puerto y con el mejor de los resultados, necesito el doble de tiempo que marca el cuaderno de bitácora. Espero y confío en que cuando llegue el momento, pueda contar de nuevo con el aval que hoy me ha sido confiado tan noblemente por el pasaje –aplausos.

»Decir, como ya ha indicado el marinero predicador, que el pasaje ha estado ocioso y despilfarrador. Consintiendo la barbarie que el viejo capitán llevó a cabo entre la tripulación y el pasaje a los largo de los últimos siete viajes y, a consecuencia de eso, pido lealtad y paciencia, porque pasaré por rutas que no nos van a ser agradables y que supondrán un enorme sacrificio. Pero al final, todos veremos la luz si Dios nos ayuda.

»Además debemos, con urgencia, recomponer nuestros hábitos y nuestra moral. Debemos hacer más con menos y han de cesar los caprichos egoístas. El pasaje tiene que aumentar. El aumento del pasaje es lo prioritario. Tenemos camarotes infrautilizados que hay que ocupar para renovar la esperanza en nuestro barco. Nuestra juventud ha de ponerse a trabajar con ahínco para conseguir ese objetivo. No podemos quedarnos atrás con respecto a otras embarcaciones vecinas que están al acecho para quitarnos la relevancia que siempre tuvo este, nuestro gran buque –ovación cerrada del pasaje.

»Ahora, lo inmediato que llevaré a cabo, como gran capitán de este querido navío, será ofrecer a nuestro querido Patrón el timón que todos me habéis confiado, porque en Él está nuestra salvación –nueva ovación cerrada y emocionada del pasaje.

»Pero os digo más, para que nuestro Señor vea que somos sinceros, que vamos a ir por el camino que Él nos mande, el inicio de esta travesía se llevará a cabo sin lujos y sin opíparas cenas de bienvenida y para demostrar que soy sincero, hoy celebraremos el inicio del viaje sin los clásicos fuegos artificiales, porque la única explosión que Dios necesita oír es la de la alegría en nuestro corazones y la única luz que le debe llegar a Él, es la de nuestras humildes almas irradiadas por nuestra fe sincera y agradecida –tierna y emocionada ovación de nuevo del pasaje.

»Muchas gracias.

Mientras el pasaje aplaudía y el capitán se iba retirando al puesto de mando con el timón, aparecieron dos jóvenes querubines que con sus manos y sus instrumentos de cuerda interpretaron magistralmente el himno de la nación de los pasajeros para que Dios supiera identificar de dónde le llegaban esas almas, antes descarriadas.

martes, 21 de junio de 2011

Money - Pink Floyd (Pulse)

YO YA NO SÉ SI SOY DE LOS NUESTROS

Rivalidad absurda. Egocentrismo extremo. Visceralidad rotunda. Envidias insuperables. Traiciones fraternales. Romanticismo primitivo. Pinza. Sorpasso. Verdad innegable. Falsas mentiras. Personalismos enfrentados.

Nos perderá el dinero también a nosotros?

Me tomo el Cardhu.

Y que alguien me explique lo que nos pasa a esta puñetera izquierda española.

Si me convence acabo la botella con él/ella.


sábado, 18 de junio de 2011

¿QUÉ NECESIDAD HAY DE SER TENDENCIOSO?

Cuando las victorias políticas son tan claras como la que ha obtenido el PP en Manzanares en las últimas elecciones municipales, pienso que sobran maniobras sobre los datos, que por otra parte son, por definición, de lo más objetivo.

Me refiero a que en el último número de "Siembra" aparecen los datos de las elecciones y nos dicen lo que todos sabemos: que el P.P. ha conseguido 5.453 votos (49,12%) Casi la mitad. Sin duda. Un dato impactante.

La cuestión es que no publican el dato del censo. Dicen como el que no quiere la cosa el número de votantes: 11.101 y sobre este número, claro que la mitad de los manzanareños han elegido esa opción.

Si lo comparemos con el censo (14.789) ya no es casi la mitad. Es lo que es. El 36,87% de los electores han elegido al PP. Que por supuesto está muy bien, pero que muy bien. Entonces, qué necesidad tienen de jugar de esta forma con los datos.

Claro, también es verdad que con el resto de candidaturas sucede lo mismo.

jueves, 16 de junio de 2011

FERIA DEL LIBRO DE PUERTOLLANO













Estaré en la Feria del Libro de Puertollano el próximo míércoles 22 de Junio a partir de las 6 de la tarde firmando ejemplares de mis libros. También para lo que haga falta.







Os espero.







martes, 14 de junio de 2011

LOS SILENCIOS DE NIEVA

LOS SILENCIOS DE NIEVA

El ser humano es una especie animal que además de apreciar muchísimo su vida, también tiene en gran estima a su patrimonio personal, quizás sean las dos únicas cosas que quiera realmente. De ahí que a veces compare las profesiones de medicina y la de asesoramiento fiscal y económico. Cuando todo ha salido según lo previsto, pues tan ricamente. Cuando erramos, la cosa se suele complicar bastante. Al menos, en mi caso, no estoy casi un mes perdido sin darle explicaciones o razonamientos a mi cliente sobre el origen de mi error y de sus consecuencias. Procuro que sea de una inmediatez total, asumiendo mis responsabilidades y tratando de procurar ser lo más objetivo posible para cortar el daño de raíz y, como es obvio, no perder a ese cliente.

Amigo Julián, las casi cuatromil personas que apostamos por vosotros, que confiamos en vuestro proyecto, que apoyamos vuestra candidatura con nuestro voto, estamos esperando a que salgas a los medios y expliques a los manzanareños en general y a tus votantes en particular, tu análisis de los resultados electorales del pasado día 22 de mayo. Queremos saber las razones más o menos intrínsecas que han conducido a tres miembros de la lista a no recoger su acta de concejal. Queremos saber cuál es el proyecto de futuro a corto y medio plazo que tienes en mente. Queremos saber… tantas cosas…

Es tu turno. No lo demores.

lunes, 13 de junio de 2011

EL CHAPAPOTE SOCIALDEMÓCRATA Y LOS CHASCARRILLOS DE BONO

EL CHAPAPOTE SOCIALDEMÓCRATA Y LOS CHASCARRILLOS DE BONO

El que la izquierda ha retrocedido electoralmente es un hecho indiscutible. Que los partidos socialdemócratas tendrán que analizar y sustanciar esta debacle, también, pero de ahí a cargar contra IU me parece todo un sarcasmo inaceptable. Que el señor Presidente del Congreso haga sus famosos chascarrillos infravalorando a una pobre mujer de su pueblo, que establezca inutilidades con los titiriteros y que le diga a su paisano Cayo Lara lo de comunista sin autoridad es de una desesperación atroz. Señor Bono: usted ya perdió la gracia hace bastante tiempo. Ha sido el PSOE el que no ha ganado las elecciones y punto. Apoyo el comentario en el mapa. Porque, claro, si todo el mundo sabe que los comunistas son unos sectarios anclados en el pasado, pues pacte usted con la modernidad del liberalismo económico que tan buenos resultados le ha dado, al menos, a nivel particular.

Siendo consciente de que la izquierda en momentos difíciles debe estar unida, eso no quita que los análisis se hagan desde la perspectiva local y creo que eso es lo que se ha hecho. Porque imagino que allá donde dicen los del PSOE haber perdidos alcaldías por que IU no ha hecho nada para favorecer gobiernos izquierdas, podrían haber votados los concejales de PSOE a los de IU y así se hubiera evitado que el PP se haya hecho con casi un centenar de alcaldías con las que parece ser que no contaba.

No estoy suficientemente documentado para analizar pueblo a pueblo, pero creo poder aseverar que aquí, en Manzanares, si hubiera repetido como candidato el Alcalde saliente (del PSOE), hubiera sido prácticamente imposible llegar a acuerdo alguno después de haber estado durante cuatro años machacando, ignorando, insultando, vejando, retando, chinchando, etc., al único concejal de IU de la ciudad. El ser humano no puede decir simplemente “si guana” como si no hubiera pasado nada. El ser humano tiene dignidad que muchas veces ha sido pisoteada por el hermano mayor de la izquierda política de este país.

Claro que el Alcalde saliente pensará que a él no le hubiera hecho falta semejante pacto. Él hubiera ganado otra vez por mayoría absoluta. Así somos la izquierda española.

Rogarle, por último, al doctor parlamentario de IU, gran valedor de la ley anti-tabaco, que cuando se pase al PSOE, haga una fumata blanca.

sábado, 11 de junio de 2011

EL GRAN TEATRO DE LA INVESTIDURA

EL GRAN TEATRO DE LA INVESTIDURA

Te colocan un crucifijo y una Biblia sobre la mesa en la que has de jurar o prometer.

Te hablan de que Dios les ayudará.

Te comentan –y te critican de paso- aquello de la memoria histórica, pero ellos no se olvidan del buen nombre de los alcaldes del franquismo.

Ofrecen la vara de mando al Patrón para que Dios les alumbre el camino.

Tú te despides con un “salud y república” y verás como resultas ser el borde del grupo.

Muy bien, Santiago.

martes, 7 de junio de 2011

LA IZQUIERDA COMO REFERENTE

LA IZQUIERDA COMO REFERENTE

La izquierda como referente social y político, pero sin dogmatismos preconcebidos. Vivimos una situación bastante desoladora para el conjunto de la izquierda española y por extensión de la izquierda europea. Sin duda, alguna cosa se ha tenido que hacer bastante mal. Quizás desde la izquierda se ha creído que eran los salvadores de nuestras comunidades, cuando en realidad lo que realmente se ha hecho, al menos es lo que percibe más vivamente el ciudadano, ha sido plegarse a los dictados de los mercados, acudiendo como bomberos de primera línea a apagar ese incendio que se ha venido en llamar crisis financiera, aplicando medidas clásicas del neoliberalismo con la excusa de salvar el sistema.

El ciudadano, al menos en España, considero que ha optado por elegir el original para gestionar la salida de la crisis, que a una copia llena de incongruencias y de fatalidades.

La izquierda, ahora que va a tener tiempo de sobra, tiene que ir reconsiderando su programa, su estrategia, su táctica, su discurso y su rostro.

La misión fundamental de la izquierda en una sociedad libre y democrática es la de incentivar al ciudadano haciéndole partícipe en su programa, agotando al máximo todos los niveles de participación y que hoy por hoy no hay que reducir a la asamblea local de la agrupación del partido una vez al mes. Hoy, la participación ha de estar abierta como un canal de televisión, las 24 horas del día y desde cualquier parte del barrio, de la ciudad o del país y no solamente durante la campaña electoral, porque se ha acabado la campaña y ya se han cerrado las páginas web, los blogs, los facebook, etc. La izquierda tiene que pensar colectivamente y proponer alternativas consensuadas a toda la sociedad. Explicando, debatiendo, asumiendo, rebatiendo, escuchando, hablando, convenciendo con argumentos y gestionando con responsabilidad y valentía. Sin complejos.

La izquierda, si en realidad quiere regresar al poder, se tiene que identificar con el ciudadano, invitando a éste a que se comprometa con la realidad social en la que vive. Tendremos que reeducarnos todos para que nadie salga perjudicado. Para que nadie, en la cuestión económica, se sienta que carga con todo el peso del gasto, cuando solo unos pocos pueden acceder a esos beneficios sociales de los que habla en genérico la izquierda, pero que no se perciben claramente salvo que seas uno de los beneficiados y hasta incluso hay quien se considera con todo el derecho a tener ese beneficio, sin haber luchado nunca por nada en este mundo. Este es parte del mensaje que ha utilizado la derecha y que ha calado bastante entre el electorado, y va a representar un verdadero y enorme problema social y de convivencia el tijeretazo que se avecina.

La ciudadanía tiene que percibir que todo es colectivo y que no son siempre los mismos los que están aprovechándose de la política o de los políticos. Algo de eso también ha pasado hasta ahora.

Aprovechando la debacle electoral del pasado día 22, considerando el germen del 15M, la izquierda en su conjunto y el Partido Socialista muy particularmente, deben plantearse todo desde un principio y sobre todo, con muchos rostros nuevos.

Y creo que han empezado mal. Hay políticos que son pasado, sin duda, por mucho que se empeñen en conservar sus excelentísimas poltronas.