domingo, 2 de diciembre de 2007

CRONICAS PLENARIAS NOVIEMBRE 2007

MIL EURISTAS.

Queremos abrazar la calle, queremos recuperar la plaza, queremos ser protagonistas de nuestro tiempo y, ¡por Dios!, queremos equivocarnos, ¡dejen que erremos en nuestras decisiones! No más paternalismos. Apartad de vuestra mente la idiota protección a la que tenéis sometido al pueblo.

No queremos nuevos y suntuosos edificios con decorados chillones y de protervo gusto en los que al final se cuelan lacayos que informan sobre la formación de nuevas flechas.

No queremos que nos organicen nuestros carnavales, porque con vuestras interminables columnas de carrozas amaestradas y domesticadas en disputa por vuestro beneplácito botín, habéis ocupado nuestras calles vaciándolas de espontaneidad, ingenio popular y sonrisas picaronas.

No queremos más ferias vacías de gestión moderna e impregnadas de pasarelas para lucimiento y retrato de maniquís políticos celosos de ocupar los medios que todos soportamos.

No queremos que se nos iluminen artificialmente nuestras fiestas, queremos recuperar humanamente nuestra iniciativa aunque sea a obscuras.

No queremos una televisión municipal donde no cabe la pluralidad ni el contraste ni el debate de ideas y sobra la consigna.

No queremos centros especializados que duplican y a veces multiplican el gasto y conducen al ciudadano a una mar de confusión.

No queremos que aumente nuestro esfuerzo fiscal y no queremos que se banalice la razón argumentando que los impuestos no suben, que lo que asciende son los ingresos. Si nuestro producto interior se mantiene o decrece (muy probablemente) y los ingresos de la institución aumentan, es obvio que acrecienta la presión fiscal sobre nuestros bolsillos.

No queremos ser estatuas inmóviles en vuestro teatro mensual. Queremos recuperar nuestra palabra.

No queremos políticos egoístas que después de haber recibido la confianza del pueblo no actúan con la misma reciprocidad.

No queremos políticos que nos den clases sobre violencia de género, aunque no le negamos su derecho a opinar, cuando un 25 de noviembre cualquiera aparezcan en los medios sin tener estadística que ofrecer, su política habrá funcionado, hasta entonces, será un rotundo fracaso, por muchas miles de denuncias que contabilicen o por muchas sentencias condenatorias que, ufanos, nos exhiban.

No queremos políticos que acudan a tratar nuestros asuntos como mansas marmotas y cuando despiertan, es para soltar un gesto de niño mal educado a las opositoras de género femenino.

No queremos que nuestros presupuestos sólo sea cosa de un artista financiero. El pueblo quiere participar en la confección de sus ingresos y de sus gastos. Resulta patético que hayáis arrinconado la soberanía popular en algo tan sumamente importante, en el asunto donde se decide lo que todo un pueblo desea para su propio futuro. Tres ciudadanos, si quitamos a los profesionales de los medios, se interesaron por esta cuestión tan importante.

Ahítos estamos de un César omnipresente, omnisciente, omnipotente, omnisapiente y omnímodo, ¡basta ya de dirigismos!

Bien, pues a todo esto que no queremos, el César le ha puesto precio: 1.000.- Euros por cabeza, muy en la sintonía con la gente joven, ¡sí señor!











jueves, 22 de noviembre de 2007

CRONICAS PLENARIAS NOVIEMBRE 2007 -EXTRAORDINARIO-

Y DE NUEVO, MIL VECES MIL.

Anodina, zafia, abigarrada, hiriente, abstracta, ruidosa, aborrecible, ¡ni siquiera el marqués de Estella se hubiera atrevido a realizar tan burda, insostenible e injusta intervención política!

La opositora caliente calentó días previos, con micrófono en ristre y cámaras vanidosas el ambiente en Estuario de las Siete Absolutas y, lanzando un discurso repleto de azagayas retóricas consiguió del César la celebración de asamblea extraordinaria y todos los habitantes del lugar intuyeron que esa extraña y extraordinaria convocatoria tendría un riesgo terrible para la sana y pacífica convivencia entre vecindades distintas o realidades opuestas. A casi todos les llegó a las neuronas que en torno a la asamblea de próceres acudirían entusiastas, los eternos y numerosísimos votos cautivos para agradecer la generosidad de los próceres mandatarios, mientras otros vecinos contemplaban la idea opuesta, la de los miembros de la comunidad que, iracundos por su perpetua marginalidad de los favores del poder, irían a reclamar solemnemente su trocito de pastel, empero, a la extraordinaria hora del Ángelus, hora sagrada para la columna caliente (imagino por el alineamiento y rectitud de las agujas del reloj) la plaza de Palacio se encontraba tan desierta como un Primero de Mayo cualquiera.

Exposiciones legales, reglamentarias, bostezos sobre comisiones de empleo que no emplean, entrecruzadas con pinzas peligrosas, jabalinas envenenadas y sendas coincidentes al tiempo que hartamente abominables, se esforzaron en exponer los próceres oponentes en su conjunto, mientras que el César, obligado por zumbidos inalámbricos -por cierto, en esta ocasión hiperbólica y extraordinariamente, ecuánime-, abandonó un instante la extraordinaria asamblea y, el prócer multidisciplinar, como Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, desenfundado, similar y aburrida retahíla reglamentaria, en defensa del mancillado honor.

Estupor causó entre la muchedumbre expectante, que la oposición radical denunciara en ese foro los encadenamientos de relaciones de vasallaje, con desprecio absoluto hacia la centenaria institución que se encarga de velar por la seguridad jurídica de aquellos operarios de los que dijeron, que con antigüedad de lustros en su empleos, se les está negando la estabilidad económica y emocional por parte de los próceres mandatarios.

Irritabilidad, sonrojo y asombro provocó en el ciudadano publicitado —en realidad un mal ciudadano y un ejemplar a extinguir— cuando verificó que se produjo un inusual receso en la asamblea de próceres cuando, invocando protección a la intimidad y a la honorabilidad de los empleados afectados por las mociones y discusiones, se hizo un pacto de silencio incomprensible entre todos los miembros de la asamblea. Interpretó el ciudadano publicitado que los próceres establecieron un verdadero agravio comparativo. Éste mal vecino no quedó conforme en que su nombre, apellidos, dirección y número de identificación apareciera en todas las relaciones, órdenes, decretos y bandos de Estuario de las Siete Absolutas por resultar deudor al erario público, mientras los próceres en asamblea, silenciaron aquellos mismos datos de vecinos que, trabajando para la institución, detraían para sus casas dinero de ese mismo erario público. Interpretó el ciudadano moroso que los próceres en su conjunto establecieron un peligroso doble rasero.

Pero el final de la asamblea extraordinaria es que los miembros de la comunidad (todos) se preguntaron unos a otros al concluir aquella farsa montada para lucimiento personal de la prócer caliente, si entraba dentro de los límites de las insanas aspiraciones de esa iluminada por el desatino, provocarles un gasto en sus bolsillos de más de tres mil piezas de oro —asignaciones económicas a los próceres asistentes incluidas— para conocer en qué casilla del R.O.S. (recibo oficial del salario) figuraba una gratificación que no llegaba a los cincuenta denarios a un eventual trabajador de la Corte, motivada por una desafortunada decisión en su contratación y, la conclusión última del vecindario fue que nunca los próceres políticos debatían de política en términos enriquecedores para la comunidad, si es que alguna vez llegaron a hablar de ella, la política con letras mayúsculas.

sábado, 3 de noviembre de 2007

I.R.A.K.

I.R.A.K.
(Insuficiente Respuesta Al Krimen)

Sin cuentos, sin personajes supuestos, sin bromas, sin sarcasmos, sin lugares imaginarios.

El once de marzo del año dos mil cuatro fueron masacradas en la capital de nuestro Estado muchas vidas de nuestros semejantes. Otros ciudadanos y ciudadanas fueron mutilados, muchas otras, heridas en sus sentimientos para siempre. Seguro que jamás olvidarán lo sucedido aquel jueves once de marzo en Madrid. El resto de españoles nos quedamos con un sentimiento de rabia e impotencia que a duras penas vamos superando.

Sólo imaginar que aquel fatídico día podría haber viajado en uno de aquellos trenes cargados de ira explosiva, rociados de impiedad incendiaria, llenos de venganza, sembrados de terror me hace llorar, no sé si de impotencia, de miedo, de frustración o simplemente llorar sin otro motivo que el de las lágrimas de la gente que te acompaña, del compañero que te revela secretos, llorar por la muerte de la chica tan atractiva en la que te fijaste al cruzar por el pasillo del tren y comprobar que sus lindos ojos fueron aplastados por un tornillo de la metralla sientes ganas de llorar, llorar porque también aquel anciano que iba a la revisión del oculista ya no volverá a ver el cielo porque el fuego cegó su vista para siempre, llorar por aquel bebé que se desintegró entre la chatarra y nadie supo dar con él, llorar por los compañeros mineros por su impotencia al verificar a lo que condujo la codicia de un miembro del gremio, llorar porque podía haber muerto yo mismo, llorar por la desesperación que inundó a los sanitarios ante esa barbarie, llorar por ese joven estudiante al que ya nunca más le amargarán la vida las matemáticas, llorar por aquel chiquillo neófito en democracia y que tan ilusionado estaba en acudir a las urnas presumiendo jactancioso de la opción elegida y se quedó cadáver con la papeleta del PP agujerada en el bolsillo de la trenca que le arropaba, llorar por el ciego terrorista que nunca identificó a sus enemigos, llorar porque mis hermanos y amigos llorarían, llorar porque mis hijos no disfrutarían de las tonterías de su padre cuando tiene un chato de vino de más, llorar porque mi mujer dejaría de gozar de un torpe amante, llorar porque mi madre rezaría, llorar porque me mintieron cuatro políticos sin vergüenza, sin ética, cuatro políticos de mierda a los que les importamos un comino. Llorar porque sólo se puede llorar. ¡¡Salvajes, asesinos!!

Llorar porque como dice esta pandilla de cuatreros mentirosos no se han encontrado ni condenado a los responsables intelectuales del atentando. Llorar porque se siguen riendo de todos nosotros mientras toman sesiones de rayo UVA, llorar porque siguen burlando la Justicia, llorar porque no toleran una democracia que no les conceda una mayoría para seguir mintiendo desde el Aparato. Llorar porque son ellos los que ocultan y encubren a los responsables intelectuales del crimen. Ahí los tienen, juzguénlos, condénenlos y pénenlos: Bush, Blair, Aznar, y, después… si tienen valor, lloren también.

jueves, 1 de noviembre de 2007

CRONICAS PLENARIAS. OCTUBRE 2007

ENSAÑAMIENTO

Las aceras multicolores, la esquina principal opaca, las meadas calientes corriendo entre las jardineras de la plaza que sostiene a la Cultura y a la Justicia. La bomba sin presión y la válvula sectorizando al Máximo. Peces asfixiados y naturaleza muerta. Temas de reparto privados que se ventilan abiertamente en pública asamblea. Fachadas ruinosas y bonificadas, patios gravados y alcobas violadas por la exención. La paridad soterrada, en medio del Sumo Pontífice y de los otros tres grandes cónsules varones, escondida, la prócer aparejador.
Esto era lo que iba descubriendo Demócrito por Estuario de las Siete Absolutas, obedeciendo instrucciones del Gran Corifeo de la voluntad popular, el último martes del soleado mes de Octubre. Sin embargo, también reparó en el ambiente social y observó la oscuridad y la falta de ánimos de sus gentes. Quiso llegar a la conclusión de que a las gentes del pueblo les faltaba más oxígeno que a los peces inertes de la balsa vecina de la depuradora que todos los próceres de la asamblea pretendían depurar. Continuó con su inspección y con su paseo. Llegó hasta los aledaños de los institutos, donde halló a un grupo de diecisiete jovenzuelos jugando animadamente y se quedó contemplando a los chicos y a su distracción. En un lance del esparcimiento, el jovencito de más reciente incorporación no entendió muy bien la jugada que el más listo, más guapo, más alto y más veterano del grupo hizo y tuvo el atrevimiento de decirle: “Eso es ilegal”. Demócrito continuó expectante el desarrollo del envite cuando el más listo, más guapo, más alto y más veterano del grupo llevó la palma de la mano derecha a la mejilla del jovencito, éste calló, y el veterano golpeó dos veces la mejilla del chico, luego, más tarde, con el puño cerrado de la izquierda le atizó en el mentón, acto seguido y sin mediar palabra estrelló su cabeza en la frente del novato provocándole una herida por la que empezó a brotar sangre ignara, con el brazo izquierdo sujetó la cabeza y con el puño derecho golpeaba con rabia el vientre del aprendiz arrojando, finalmente, todo su cuerpo sobre el suelo. Después, el más veterano del juego, pateó sin piedad los riñones y la cabeza del novato sin ofrecerle la posibilidad de defenderse. ¡Qué poca misericordia! —pensó Demócrito ante la escena— Los compañeros de juego, quietos e inmóviles no intervinieron para atajar la cuestión y a Demócrito le llegó a la mente la escena del xenófobo del tren frente a su desasistida víctima contemplados por el testigo pusilánime.
Después de que el más alto, más guapo y más veterano limpiara el sudor de la frente y mirara desde lo alto y con desprecio a su víctima, Demócrito se interesó por el juego.
—¿Qué juego es éste, chavales?
—¡Política! —respondió el más alto, más guapo y más veterano.
—Esto sólo es soberbia, ira o embriaguez y, sinceramente chiquillo, agradecería que estuvieses borracho.
—¡No he bebido!, ¡estúpido caminante! —espetó a Demócrito el más guapo, más alto y más veterano.
—Entonces no te entiendo, joven —se interesó de nuevo Demócrito.
—¡Ha mentido!, no ves que ha mentido, viejo metementodo —dijo enojado el joven veterano.
—Tal vez, en vuestro juego, él haya mentido, pero tú te has ensañado. Has actuado con una crueldad y una saña terrorífica, chiquillo. La saña, el ensañamiento es un delito, un crimen vil y condenado en nuestro Código Penal. ¿Quién te dijo que esto que acabáis de hacer, es política?
—El César, nuestro gran César, viejo —exhibiendo una sonrisa trató de concluir el joven más guapo, alto y veterano del instituto.
—No lo puedo creer. Dime joven, ¿tu César es elegido democráticamente?
—Sí, viejo caminante y además lo ha sido en muchas ocasiones y las que aún le queden —esgrimió exultante el chaval a Demócrito.
—Eso puede ser parte del problema, pero chaval, tú debes haber mal interpretrado a tu César —planteó dudas Demócrito a los planteamientos del joven.
—En ningún caso, viejo. Lo acaba de hacer ahora en la última asamblea de próceres. Además, nuestro César, también es docente. Lo explica todo muy bien, yo aspiro a ser César como él algún día, ¡seré tan grande como él! —ilusionado expuso el joven veterano.
—Insisto joven, un docente no puede trasmitir este mensaje a la juventud. No creo que un docente transmita esa arrogancia, exhiba esa soberbia y eduque en el ensañamiento.
—Pues debe creerlo viejo estúpido, nuestro maestro, nuestro Sumo Pontífice, nuestro César es así y por eso mismo se mantiene en palacio —Demócrito reflexionó un instante y después, dirigiéndose a todo el grupo de jóvenes, les lanzó el siguiente mensaje:
—Id al pueblo y decid a las gentes de buena voluntad lo siguiente:
—¡Cesar al César!

miércoles, 3 de octubre de 2007

CRÓNICAS PLENARIAS. SEPTIEMBRE 2007

CONGELADOS AL SOL

La lluvia se convirtió en todo un inesperado torrente unos días antes del suceso. El agua que desparramó aquella densa nube por todos los rincones de Estuario de las Siete Absolutas anegó calles, avenidas, plazoletas; los conductos áridos no digerían lo que las bocas de acero vertían sobre ellos. Las vías se inundaron y el líquido natural fue considerado como causa del pánico que los vecinos comenzaron a inhalar desesperadamente. La tormenta cesó, los vehículos especiales de rojo, con su dotación humana uniformada, superaron la prueba y neutralizaron lo que las alarmas más torticeras y beligerantes propagaron por el lugar. El agua vertida preñó al río y la poza de siempre, con su absorbente esponja, volvió a tragarse, sin despeinarse, toda la inmundicia que el río le arrojó sobre el brocal. Todo volvió a su cauce, el río quedó desierto y la poza, despotricando a su más fiel estilo, restregó sobre el río toda la broza y la basura que el agua dejó a su paso por el lugar.
Pero ese martes último del mes de septiembre, ya con el verano concluido y con los brazos abiertos recibiendo a un esperanzador otoño, todos los ciudadanos tenían una meta en la mente. Todos los seres humanos que habitaban en Estuario de las Siete Absolutas generaban ideas y parían proyectos. De entre ellos destacaba la ilusión que los viticultores tenían sobre el fruto de sus vides. La generosidad de la leña que soportaba racimos de extrema calidad tenía que ser mimada, a veces agasajada, para que los pacientes enólogos encontrasen la fórmula para convertir ese magnífico fruto en el caldo magistral que todo paladar sabe agradecer, no obstante, ese noble proyecto se estaba zancadilleando y torpedeando por una disposición transitoria anacrónica, xenófoba e hiriente para con la humanidad de los obreros que de sus espaldas sobresalía la bisagra que hacía posible la realidad del sueño de los viticultores de Estuario de las Siete Absolutas. Ellos -los obreros extranjeros- también tenían su proyecto en mente: conseguir dignidad, no papeles.
Los chiquillos de las aulas de infantil soñaban e inventaban historias con sus nuevos compañeros de juegos, aprendizaje y travesuras. Los más pequeños eran portadores de un lisonjero proyecto. Con imaginación sin mácula y con picardía inocente e infantil proyectaban felicidad en sus hogares al narrar sobreexcitados todas sus nuevas experiencias a sus padres.
Los más espigados, en primaria y en institutos de secundaria, embobados con una novedosa materia. La Educación para la Ciudadanía se había convertido en todo un reto armonioso entre escuela y lo que hay fuera de ella, todo lo que discurre con normalidad por el núcleo urbano. Los chavales empezaron a comprender toda la palabrería que los adultos enarbolan en sus discusiones de barra y tertulias de café. Los chiquillos que inauguraron el curso con esa nueva asignatura tendrían claro, con el apoyo del claustro y de su entorno más cercano –la familia-, qué se respeta cuando se habla de democracia, qué se venera cuando se ensalza la paz y la justicia y qué se persigue cuando el término violencia es usado por zafios iluminados y groseros enemigos de la humanidad. Los que pusieron bozal a esa materia también tenían su proyecto aunque no fuese novedoso. Su aspiración era la de siempre, ignorar la Educación y mofarse de la Ciudadanía. Otro proyecto al fin y al cabo.
Los industriosos comerciantes de la ciudad hilvanaban a golpe de sentido suspiro, esperanzas en el legendario proyecto transportista de la ciudad. Hacían cábalas y verificaban cálculos inversores. Era la ilusión por agarrarse a un proyecto tan denostado como querido, tan maniatado como utilizado.
Las jóvenes parejas ilusionadas por el premio que una cópula bien cuajada podría reportarles y así poder compensar el agujero que en sus domésticas economías les estaba provocando el ascendente tipo de la hipoteca del hogar y, el prócer de Sanidad Animal de Estuario de las Siete Absolutas entusiasta en su proyecto delfín, escupiendo arrogantemente respuestas cada vez más oscuras e indescifrables a sus interpelantes.
Las amas de casa y mujeres en general guiadas por el rol de la institución local, miraban con alegría a los proyectos en los que dedicar unas horas a la semana con el propósito de conciliar nuevas amistades e interiorizar nuevos conocimientos y habilidades.
Los aspirantes a sociólogos y los dedicados al estudio de otras ciencias sociales, observaban con perplejidad la realidad en la que estaban inmersos. Verificaron como, con tremenda crueldad, se pisotean las ilusiones de todo un pueblo. Lo expuso muy esquemáticamente el prócer mutante. El pueblo vota, y acto seguido se destruye lo que ha expresado, salvo los nulos. No hay nada que analizar ni estudiar, ¡vamos hombre!, ¡hasta ahí podíamos llegar! Todos estos estudiantes veían con ilusión, apoyados en la torpe habilidad de este prócer, cómo se le da la vuelta a una interpelación para ofrecer una respuesta que es todo un despropósito para la dignidad democrática de la ciudadanía. En posteriores tertulias los universitarios achacaron ese comportamiento a que el prócer mutante no tuvo la suerte de acudir a clase de Educación para la Ciudadanía. En esto consistía el proyecto de los jóvenes de Estuario de las Siete Absolutas, si redactaban bien su tesina de fin de carrera, con las notas que tomaron de ese incidente, obtendrían matrícula de honor, ¡sin duda!
Pero al concluir el día, el cónclave político, en solemne asamblea coronada por una enorme imagen de un civil heredero de militares, tomó parte en los sanos proyectos de los ciudadanos de Estuario de las Siete Absolutas y por decisión del Sumo Sacerdote, todo quedó congelado. Todas las ideas fueron congelándose a medida que el César motivaba su particular proyecto. Todo congelado, expuso y así sucedió. Lo más paradójico del asunto es que toda ilusión y proyecto de todo un pueblo quedó congelado al Sol. Inexplicable, confirmaron los cronistas de la ciudad.

FALLADO EL CERTAMEN DE RELATO CORTO "CALICANTO"

En esta dirección se encuentra el fallo:

http://www.manzanares.es/docs/actavipremionacionalderelatocorto.pdf

Mi más cordial enhorabuena al ganador: José Manuel Moreno Pérez

FALLADO "EL CIEGA DE MANZANARES" 2007

En esta dirección se encuentra el fallo:

http://www.manzanares.es/docs/actavipremionacionaldepoesia.pdf

Mi más cordial enhorabuena al ganador del certamen: Antolín Amador Corona.

CRÓNICAS PLENARIAS. AGOSTO 2007

PANDEMIA ANIMAL


Margarita despertó el veintiocho de agosto del año dos mil siete a eso de las siete de la mañana. La hora acostumbrada en los días de trabajo en la época estival. Cuando el minutero del reloj recorriera por completo de nuevo su circunferencia debería estar en su puesto laboral cumpliendo con la tarea que su empresa le tenía encomendada desde hacía algún tiempo. Los meses de bochorno eran para madrugar y acometer el trabajo de un tirón, suponía un esfuerzo pero tenía la compensación de la tarde libre. Cuando cerraba el sistema del ordenador a mediodía un goce de liberación acudía a los poros de su piel. Podía alargar la tertulia de las cañas en la barra del bar de costumbre sin la presión que le suponía tener que regresar por las tardes al despacho. Después de una amigable tertulia cuando concluía la información deportiva del telediario, relajadamente, a casa. Un fresco gazpacho o tal vez un pipirrana con tomate, pepino y cebolla del lugar bien aderezado con aceite de oliva, de segundo, un pescado, de postre melón o sandía, todo ello regado con el mejor de los blancos y frescos vinos que producen las importantes bodegas de la ciudad. Acto seguido, una reconfortante siesta al abrigo de los escándalos de los famosotes del momento y, al despertar, a disfrutar del paseo al atardecer por la húmeda ribera del río con su mejor amigo: “Trolo”, un perro de extraordinario valor e inigualable belleza y porte que le venía haciendo compañía durante los últimos cinco años. Trolo era un magnífico pastor belga que Claudio –el abuelo materno de Margarita- regaló a ésta después de que ella regresara de un viaje turístico por las antípodas de su lugar de origen conocido políticamente como “Estuario de las Siete Absolutas”.
Sin embargo, cuando Margarita despertó de su nacional y nutritiva siesta, no sentía las gratificantes cosquillas en las palmas de los pies. En verano, siempre fue Trolo quien ocupaba el lugar del despertador vespertino sustituyendo el metal por acompasados lengüetazos. Con su lengua juguetona y cariñoso hocico conseguía una sonrisa burlona de los labios de Margarita y una chispa mágica de complicidad de sus ojos negros. Bostezando y levantando los brazos alzó del sofá y marchó de inmediato a buscar a su mejor amigo.
-¡Trolo! ¡Trolo...! ¿Dónde te has metido, canalla?, ¿dónde está mi chiquitín? –Estas frases recitaba cariñosamente Margarita mientras caminaba distraídamente por el interior de su vivienda tratando de encontrar al pastor belga.
-¡Vamos no te escondas, Trolo, que nos vamos de paseo!, ¡por el río!, ¡como todas las tardes!, ¡venga!, ¿dónde te has metido?
Cuando Margarita observó que Trolo no se encontraba en la única pieza de la vivienda en la que ella intuía que podría estar –la cocina-, su corazón se alteró y su mente fue presa de un tormentoso pensamiento. A su cerebro acudió la posibilidad de que Trolo se hubiese marchado de casa. Aquella idea la martirizaba interiormente y examinó con brusquedad de nuevo todas las habitaciones del piso. Llegó al lavadero de la terraza y allí, tumbado, halló a Trolo. Muerto.
La joven se arrodilló, cogió a Trolo por la cabeza y sollozando trató de reanimar aquel cuerpo inerte, de corazón en paro. Le susurraba frases de ánimo, fidelidad y amor. Las lágrimas acudieron a los ojos y su mano alternaba la limpieza del semblante con la caricia perdida por el cuello de su mejor amigo. Los recuerdos afloraron a la memoria. Nunca había pensado que pudiera producirse la circunstancia de perder a Trolo de aquella forma tan callada e inesperada, a veces, imaginó que podría escaparse para siempre anhelando el regazo amoroso de una semejante, pero jamás contempló la muerte de Trolo. Nunca. Su mejor amigo despedía una imagen de evocadora ternura, con la boca a medio abrir, la lengua sonrosada descansando sobre la parte izquierda, los ojos, aún brillantes, buscando su último horizonte, el rabo ensortijando el muslo derecho…
Sin asimilar el fallecimiento de Trolo, Margarita telefoneó a Ricardo, un experimentado veterinario de la localidad y que en cierto modo era el responsable de vigilar la salud del pastor belga, empero, el número marcado por Margarita no ofrecía otra respuesta que el tono de línea ocupada a pesar de cinco intentos seguidos que realizó. Con los nervios a flor de piel salió del piso donde habitaba junto a Trolo y pulsó el timbre de la vivienda de Lourdes, la vecina de escalera, que de inmediato abrió la puerta portando sobre sus brazos a “Mesalina”, una presumida gatita de las denominadas siamesas. El poco aliento que le había quedado a Margarita marchó de su cuerpo al comprobar que el animal que Lourdes cubría con su regazo también estaba muerto. No pudo creer que la enemistad de la que hacían gala ambas mascotas terminase coincidiendo tan fatalmente. Lourdes dejó el cadáver de Mesalina en el canasto de mimbre donde la gatita pasaba las noches y escuchó con atención lo ocurrido con Trolo y que Margarita le narraba con palabras entrecortadas por la desesperación y la mala fortuna.
Lourdes agarró, de igual forma que antes hiciera Margarita, el teléfono y llamó al veterinario de Mesalina. Abdón sí que atendió su receptor, sin embargo, al veterinario de la mascota de Lourdes no le sorprendió nada de lo que su clienta, amargada, le comentaba. Abdón tenía noticias de otras muertes súbitas de mascotas en la ciudad, incluso la suya propia, Incitato, un majestuoso caballo de raza árabe y al que tenía tanto aprecio como lo tuvo Calígula con otro semental homónimo, estaba cadáver en las cuadras de su finca. No obstante, el veterinario no tenía respuesta para razonar lo que sucedía en el pueblo con los animales de compañía, todo se asemejaba a una virulenta pandemia animal inexplicable.
Doña Teresa, oyendo el jaleo que se traían las vecinas en el rellano, también salió de su vivienda, presa del pánico. Úrculus, un jilguero al que nunca le faltó de nada, dejó de cantar aquella tarde, lo portaba sobre su mano la buena mujer justificando la pena que inundaba su corazón. La adornada jaula donde habitaba Úrculus quedó desierta esa misma tarde.
Las tres mujeres, las dos jóvenes y la anciana Teresa sintieron la necesidad de apoyarse ante el problema común que se les planteó aquella tarde y decidieron cobijarse en el piso de Margarita. Doña Teresa no soltó a su alado Úrculus y Lourdes recogió del canasto a Mesalina y en la vivienda de Margarita quedaron sentadas en derredor del malogrado Trolo. Al rato comprobaron, cómo, un malestar general se sucedía por toda la ciudad. Oían llantos y percibían lamentos de todos los rincones. Casi todo el mundo había perdido a su animal de compañía esa misma tarde. Margarita se sosegó un instante después de beber un vaso de agua e hizo la pregunta de rigor:
-Y ahora, ¿qué hacemos?
-¿Cómo que qué hacemos? –contestaron al unísono doña Teresa y Lourdes a la pregunta de Margarita.
-Sí, ¿qué tenemos que hacer con nuestras mascotas?, aquí no pueden quedarse eternamente. Tendremos que pensar en alguna solución.
-Espera que consulte con mi veterinario. Haced lo mismo vosotras –propuso Lourdes al tiempo que marcaba el número de Abdón.
Después de varias intentonas, los veterinarios no atendieron las llamadas de las apenadas mujeres. Siempre tenían la línea ocupada. Al cabo de un instante de silencio, doña Teresa habló:
-Lo mandaré disecar. Quiero que me siga acompañando aunque ya no me cante. Vosotras tendrías que enterrar a vuestros animales.
-No, eso nunca. No toleraré que a mi Mesalina se la coman los gusanos. La incineraré y sus cenizas las guardaré en una urna –dijo con determinación Lourdes.
-No sé si eso es buena idea y además, ¿cómo piensas incinerar una gata muerta? –desolada por la ignorancia, respondió Margarita.
-No hables con ese desdén de mi pobre Mesalina, por favor.
-No quería ofender, Lourdes. Es que estoy muy alterada. Perdona.
-Pues los tendréis que echar al contenedor de basura, aquí no pueden quedarse esos dos bichos muertos –víctima de la desesperanza, conminó doña Teresa.
-En ningún caso, buena vecina. Mi Trolo no puede mezclarse con la inmundicia de los contenedores de las basuras. No, eso sí que no –rozando la locura, se dirigió Margarita a su anciana vecina.
-Pensemos, no nos enfademos ni nos alteremos. Eso no servirá para nada –propuso indulgentemente Lourdes a las compañeras de velatorio múltiple.
Margarita paseaba por el interior de la vivienda tratando de ordenar la mente ante el problema que la muerte de Trolo le había generado. Llegó al salón y encendió el televisor. Sintonizó un canal local y sorprendentemente, el responsable de Sanidad Animal estaba siendo entrevistado. Llamó de inmediato a sus compañeras y todas prestaron atención a lo que el aparato receptor reproducía. En un momento de la entrevista el periodista, al que desde control le pasaron una nota, hizo la siguiente pregunta al cónsul local:
-¿Qué tiene que hacer un ciudadano de Estuario de las Siete Absolutas si se muere su animal de compañía? –El cónsul delegado de Sanidad Animal, tomó aire, lo expulsó, su ojos se enrojecieron, su alargadas quijadas se tornaron amenazantes y contestó:
-¿Pero qué clase de pregunta es esa? ¿Cómo se puede ser tan insolente al efectuar una pregunta tan torpe como esa? Usted debe saber, aunque no me extraña que por su moral no lo sepa, usted debe saber, usted debería saber que desde tiempos inmemoriales, vamos desde toda la vida, desde que el mundo es mundo, todo el mundo sabe lo que usted tan irresponsablemente pregunta. La ordenanza de policía, de acuerdo con la disposición décimo tercera donde queda recogido el reglamento aprobado según criterios de la directiva vigésimo quinta de la ley del tropecientos treinta y pico en su artículo cuadragésimo que regula la actividad en su disposición transitoria de las finales del decreto, deja claro lo que todo ciudadano tiene que hacer ante esa eventualidad. ¡Vamos hombre!, ¡qué ignorancia! Otra pregunta, por favor –el periodista ante la respuesta del prócer local, alzó los brazos en señal de reverencia y rogando perdón, se postró de hinojos ante el cónsul y le dijo:
-Perdone mi atrevimiento, su altísimo cónsul delegado. Debería ser azotado hasta que la ira de su divinidad quede en remanso sosiego…
Las mujeres que seguían ávidamente la respuesta del responsable local de Sanidad Animal quedaron perplejas y, con los ojos abiertos como platos, se lanzaban la pregunta de quién había entendido lo que tan “didácticamente” explicó el cónsul. Después de la lógica irritación inicial, doña Teresa expuso:
-Ha querido decir que recemos. Ha dicho desde tiempo inmemorial, ¿habéis oído?
-No, yo creo que lo que quiere decir es que los enterremos –aclaró Lourdes.
-Pues yo, sinceramente, no me he enterado de nada. ¿Tan difícil resulta decir que llamen a la policía, o que los entierren?, ¿para qué sirve toda la verborrea que le ha largado al periodista ante una pregunta muy concreta y hecha con toda la corrección del mundo? No tiene sentido. No puede ser que tengamos representantes tan absurdos. Ni el más temido de los tiranos de las siete colinas romanas hubiera contestado con ese desdén. ¡Qué hipócrita! Confunde el imperio de las siete colinas de Roma con el Estuario de las Siete Absolutas, ¿se piensa que somos súbditos o sus esclavos? y, el respeto por los animales ¿dónde queda en este señor?, ¿cómo se puede ser tan insensible?, ¡las personas sufren con las muertes de sus animales de compañía!, ¡será estúpido! –indignada, expuso Margarita.
Después de aquellos comentarios, el trío de exasperadas vecinas asomaron los ojos por la ventana. Las gentes de la ciudad que todavía gozaban de sus mascotas, hicieron un reguero solidario hasta la plaza del palacio del César. Toda la gente del pueblo, al escuchar al cónsul delegado de Sanidad Animal, pensó que tenían que acudir con los animales hasta aquel espacio y ofrecerlos en sacrificio al Sumo Pontífice. Ellas también decidieron unirse a esa expresión de duelo y consternación llevando entre sus brazos a las mascotas fallecidas.
Cuando llegaron al centro de la plaza, las gentes del lugar habían formado una gran torre humana e invitaron a que la presidiera Margarita que, vestida con un peplo de seda transparente, alcanzó con brío la cima de la atalaya de seres humanos, mientras los animales aún con vida los dejaron sobre el mármol del suelo proyectando un gran círculo de vida y esperanza bordeando aquella grandiosa manifestación de tristeza y solidaridad. Trolo, Mesalina y Úrculus quedaron arropados por un enorme manto de pedrería al pie del obelisco que coronaba la plaza de palacio.
Margarita dirigió los brazos al cielo e imploró:
¡Oh, gran cónsul de nuestro reino animal, invoco a tu ordenanza de policía de acuerdo con la disposición décimo tercera donde queda recogido el reglamento aprobado según criterios de la directiva vigésimo quinta de la ley del tropecientos treinta y pico en su artículo cuadragésimo que regula la actividad en su disposición transitoria de las finales del decreto, para que resucites a nuestros animales de compañía!
Pero aquello no sirvió de nada, sin embargo, la presión que ejercía aquella encadenada masa humana sobre la gravedad de la tierra provocó que los muros del embudo del Estuario de las Siete Absolutas zozobraran y entrara aire fresco en la ciudad llevándose el viciado por la monotonía y con él, al tirano prócer de la Sanidad Animal. Las mascotas fueron dignamente enterradas o incineradas entre todos los vecinos sin advertir lo que decía la indescifrable ordenanza.

lunes, 1 de octubre de 2007

UN PASEO POR ASTURIAS

ENCUENTRO EN EL LAGO


No se trataba de la cara oscura de la Luna, ni de los embriagadores anillos brillantes de Saturno. Tampoco del segundo de nuestros planetas con nombre de mitológica diosa que cuando despertamos nos sorprende como lucero del alba era, sencillamente, una porción de tierra que imprime mágicas sensaciones al caminante lo que descubrió el enjuto y afable Alonso, a lomos de su ilustre jamelgo que antes fuera bello y bravo rocín, en uno de sus innumerables viajes por la extensa geografía de esta hermosa y variopinta piel de toro.
Asomó su legendaria perspectiva a lo largo de la cordillera, comprobó que era inmensa, verde, abrupta en algunos de sus anejos y caminos, verde de nuevo y otra vez verde, muy verde; ese color verde que señala esperanza y hace que los ultrasonidos se perciban diluidos en ricos matices y que los sentimientos ganen la partida al rincón del olvido. Ese verde que distribuye generosidad en el espíritu y frondosidad en la turgente y suave piel de la bella figura que adoramos en nuestros gozos oníricos. Aquel territorio era para explorarlo, gozarlo y vivirlo al tiempo. Nuestro Alonso que siempre salió airoso en todas sus incursiones en mares y territorios desconocidos, supo desde aquel instante que aquella naturaleza, aquella singular porción de bosque y montaña era para disfrutarla y lograr sincronizar, con un ser mágico, una noble e inolvidable aventura.
Considerando que los ojos le engañaban cuando confundió el color verde de la pradera con el azul celeste y que quizás estaría siendo víctima de alguna conjura de sus viles enemigos, decidió espolear vivamente a su jamelgo de largas patas, de frente cejuda y de angosto y noble pecho. El viejo alazán, habituado a la aventura fantástica, obedeció ilusionado a su preclaro jinete y gesticuló con estudiadas reverencias frente a los verdes y tiernos arbustos que, acariciándoles el lomo, les daban fresca bienvenida a tan nobles personajes.
Al finalizar el descenso encontró Alonso unas singulares cabañas revestidas de verde cuyos frondosos tejados hipnotizaron su percepción de la orientación y, entonces, fue el ilustre jamelgo quien, acompasadamente, condujo al caballero hasta los aledaños de un refrescante manantial donde se abría paso el nacimiento de un chorro de limpias y bravas aguas, bautizado por los hombres de aquellas escarpadas montañas como río Saliencia. El viejo rocín refrescó en aquel arroyo sus morros y dio un par de sacudidas de satisfacción a sus lomos, provocando con el natural movimiento la caída de Alonso que irrumpió con desmesura entre las piedras del acantilado. Su brillante yelmo se perdió entre el follaje y las ramas del bosque y, su imaginación flotó sobre el valle.
La corriente del río arrastró al intrépido viajero que dio de bruces con una silenciosa cueva que acogía en su vientre a un extenso lago azul de proporciones gigantescas. Alonso recobró la verticalidad y el asombro se aposentó sobre sus sienes, sus párpados se abrieron y sus ojos desnudos contemplaron a la más bella criatura que hubiera imaginado. Con paso decidido la criatura de cabellera exultante, poblada de bellos filamentos rubios y sedosos, vestida con suntuosa túnica, portando sobre sus finos dedos de su diestra una madeja de hilo de plata y oro, arribó a la altura de Alonso, quien sorprendido, expresó:
-Bella y noble criatura del valle, ¿quién eres?
-Soy la ninfa de los lagos, de las fuentes y de los ríos –respondió con grácil voz la criatura de blanca tez.
-¡Por mil diablos!, no enojes a mi sabiduría. Las ninfas solo quedan sobre los caminos de donde parte el sol. En el de la vieja Roma y en el de la mítica Grecia.
-Yo soy la Xana, la ninfa de estos lugares. Aquellas a las que nombras solo son sacerdotisas apresadas por el protocolo y las fiestas Vestales. Yo soy una ninfa libre.
-Si es como tu dulce voz me cuenta, haz un guiño para que crea en tu libertad –la Xana emitió un silbido y un caballo salió a su encuentro, ella lo montó y le dijo a Alonso, ¿quieres ver el mar?
-A eso vine, pero dime, ¿qué équido tan extraño es ése? –preguntó Alonso señalando con su mano al animal que apareció de la boca de la gruta.
-Es nuestro caballo, tan milenario como yo. Le llamamos asturcón, es valiente y noble, tanto como el que tú montas.
-Bien bella doncella, pues vayamos al mar, allende las montañas, ¡vamos rocín! –imploró por fin Alonso a su jamelgo.
La Xana y Alonso a lomos de sus caballos sortearon todo tipo de obstáculos para alcanzar la prometida vista de la mar. Descubrieron un concejo que la Xana denominó Cudillero y en las cercanías de un pueblo llamado Castañeras encontraron el bravo mar Cantábrico. Alonso no creía que pudiera existir aquella natural maravilla pero la Xana lo condujo hasta un sitio aún más precioso. Era una bonita playa, callada, azul y transparente.
-Entre estos acantilados se acoge un silencio digno de la meditación y hecho para la poesía, Xana. Ahora, sí creo en tu libertad.
-Mira bien aquellos islotes que nos abrigan y refugian, ¡que sensación de paz!, ¿verdad noble caminante? –señaló la Xana aspirando libremente la brisa marina que acariciaba sus graciosas fosas nasales.
-Dime, diosa Xana, ¿qué ave tan magnífica se aposenta sobre el acantilado?
-Es el cormorán moñudo, el rey de la Playa del Silencio –aclaró la exultante ninfa.
-Si es así, callemos. No debemos cometer sacrilegios en sitios sagrados, el remanso y la limpieza de estas nobles aguas debe perdurar para siempre. El encanto de este lugar has de protegerlo, bella Xana –sentenció Alonso.
-¡Así es caballero!, y, así será de por vida.
-Ahora, querida Xana, he de ir con rapidez a narrar a mi bella doncella lo que mis ojos han contemplado. He de marchar de regreso, pero dime una última cuestión, ¿qué parte de España le digo a mi amor que he explorado en este mítico viaje?
-Dile, viejo amigo, que has estado en Asturias, ni más ni menos.
-Así se lo haré llegar, ¡descuida! –respondió a modo de despedida Alonso.
-Y tú, ¿de dónde viniste afable caminante? –se interesó la Xana.
-¡De un lugar de La Mancha!, ¡de La Mancha, querida Xana!, ni más ni menos –confirmó el jinete del viejo jamelgo alzando el brazo y despidiendo a la ninfa.



sábado, 29 de septiembre de 2007

URNA QUEBRADA


La "Urna Quebrada" se agota y se está pensando en una segunda edición. No obstante el objetivo se ha cumplido plenamente. Se pretendía entretener al lector con esta novela de género policíaco y se ha conseguido safistactoriamente. Gracias a todos los que la habeis adquirido y muchas gracias a todos los que la habeis leído.
El próximo títulado que publicaré es una novela de hondo sentido social. Una novela de compromiso con los problemas que nos afectan en el día a día. Una novela de denuncia escrita en primera persona, aunque también es verdad que el editor está contemplando la posibilidad de publicar un libro con una selección de mis mejores relatos. Esperemos entonces a la decisión final.
Os hago llegar algunas de las cosas que circulan por el cyberespacio dedicadas a "Urna Quebrada"


URNA QUEBRADA
servido por José 23 junio 2007 1 comentario
Escribir siempre es difícil; máxime cuando todavía somos noveles. Pero eso no im-porta, lo que realmente interesa es escribir bien, aunque algunos insensatos crean todavía que cualquier texto es válido para editarse. Eso no es así, pero este tema lo aparcaré y lo dejaré para otro momento.
Si realmente escribir y articular una historia creíble o no lleva aparejado un minu-cioso trabajo, aún lo es mucho más si pretendemos escribir una novela policiaca. Hay que encajar muchas piezas en un rompecabezas nada fácil para el escritor, principalmente si se pretende que la historia enganche. En cualquier género literario caben diversas floritu-ras, pero en el género negro las cosas son diferentes. Hay que ser realistas y meticulosos hasta la médula porque al lector no le podemos ir como medias tintas, hay que ser fiel a lo que intentamos contar. De lo contrario, el error y el fracaso están asegurados.
Acabo de leer la primera novela editada de un amigo. “Urna quebrada”, de Ángel Fernández, un sano manchego, socarrón, pero ante todo un entrañable amigo. Quiero felicitarle, en primer lugar, por esta novela. Una obra policiaca, controvertida y real, que se ambienta en las llanuras manchegas, en dónde Don Quijote se tropieza con los viñedos manchegos antes que con los famosos molinos de viento.
Algo que siempre se hace al concluir la lectura de una obra es narrar sus virtudes. Es un viejo tópico, pero en este caso es realidad. Francisco Cenamor, un amigo común, comentaba en su blog: “Una de las primeras virtudes de la novela (…), es el desarrollo de la trama”. Paco lleva toda la razón del mundo.
Ángel nos atrapa en la trama, y no deja escapar hasta el desenlace final. El sórdido mundo de la corrupción municipal, en el que diferentes estratos sociales se entremezclan y confieren a nuestro país un tinte siciliano, unido a los dimes y diretes del mundo judi-ciales transforman esta novela en una obra de gran calidad literaria y de una vivacidad notable. Pero, además, la novela tiene otros condimentos que la hacen más sólida. Me refiero a los aspectos forenses, perfectamente contratados por especialistas en la materia, o incluso la propia actualidad del argumento, que nos resulta tan cotidiano como fatigoso en otras ocasiones. Sin embargo, en “Urna quebrada” no sucede así. Al contrario.
Por éstas y otras razones, felicito a Ángel y le deseo grandes éxitos en su trayecto-ria literaria, a la vez que espero impaciente una segúnda obra de características, aunque se ambiente en la oportuna Diputación Provincial, en la Comunidad Autónoma de turno, o incluso en el Ministerio de rigor. Ya digo, sin perder nunca de vista el sórdido ambiente siciliano que nos rodea desde Fisterra hasta Cádiz.
Si se desea adquirir un ejemplar, el procedimiento es muy fácil. Se puede adquirir directamente a través de este link http://www.aenenred.com o bien directamente a tra-vés de la agente literaria del propio autor, en esta dirección electrónica covi62@telefonica.net
Merece la pena leerla, ¡os lo aseguro!, y comprobar, además de la calidad literaria del autor, cómo las historias que nos cuentan los telediarios son reales y reflejan la reali-dad de un país de zambomba y pandereta.
http://www.librodearena.com/jose-aen/post/2007/06/23/urna-quebrada

lunes 26 de marzo de 2007
Urna quebrada, novela de Ángel Fernández-Camuñas Calero
Urna quebrada, la novela de Ángel Fernández-Camuñas Calero, es de género policíaco, aunque también podríamos decir que se trata de una novela dialogada de género policíaco. Una de las mayores virtudes de esta novela, primera novela editada por el autor, aunque no su primera novela, es el desarrollo de la trama, como va dosificando la resolución del caso para mantener atrapado al lector o lectora en su lectura.
En sus páginas, lo local se convierte en global y vamos viendo como los protagonistas se manifiestan en sus pasiones, sus deseos desenfrenados de poder, y una vez conseguido este, como perpetuarse en el mismo. También dosificados, Ángel Fernández-Camuñas nos va presentando a los distintos personajes, la mayoría políticos de una corporación local que se ven envueltos en una trepidante trama de crímenes que les superan. Y este desborde hace que aparezca el inevitable policía independiente, honesto, un tanto seductor y aventurero: Pepe Almansa, que ya aparece en algunos escritos anteriores del autor.
La trama se desarrolla en Serzánaman, una pequeña ciudad manchega que oculta algunas similitudes con la ciudad natal del autor, Manzanares, en Ciudad Real. Precisamente esta cercanía es la que hace que Ángel Fernández-Camuñas tenga un gran conocimiento de lo que está hablando, y cuando no lo tiene, como es el caso de los aspectos forenses de la novela, ha recurrido a especialistas en la materia para dar más realismo a la historia. Desde luego, otro acierto es la actualidad del asunto pues últimamente nos vemos bombardeados en los medios de comunicación por el relato de diferentes tramas municipales, casi siempre bastante oscuras, dignas todas ellas de tener su propia novela. Tal vez Pepe Almansa pueda ayudar a resolver estos casos.
He conocido ya a algunos lectores y lectoras de esta novela y todos coinciden en una cosa: no pueden dejar de leerla. Así que esperemos que siga la racha. De momento la primera edición está a punto de agotarse y la pasión por la novela se extiende poco a poco por la comarca del autor, y esperemos que en breve de el salto a otros públicos, para lo que la Asociación de Escritores Noveles, a la que pertenece el autor, hará todo lo que esté en su mano.
Publicado por Francisco Cenamor en 11:23 0 comentarios

http://franciscocenamor.blogspot.com/

Para los que por una u otra razón no puedan venir por el pueblo a comprarla les facilito una dirección electrónica donde se han reservado unos ejemplares pensando en este público:

http://www.aenenred.com/art.php?cod_cat=000014&nivel=03&user_id=5e7ca5e0af5f9fe44de930d57a390f10&func=list

PARA AMANTES DE LA POESÍA

Para todo aquel que le interese la poesía y los grandes poetas, sólo tiene que pinchar en esta dirección: http://franciscocenamor.blogspot.com/
El amigo Cenamor dispone de un blog muy dinámico dedicado prácticamente a la literatura. Os encontraréis con un personaje muy entrañable, aparte de la incorporación diaria de, al menos, un poema.
Seguro estoy que lo vais a disfrutar.

PARA LEER

De recomendada lectura es el informe que titulado "El estado de la cuestión" publica la revista "El Viejo Topo" en su número 234-235 de Junio de 2007 y cuyo autor es Samir Amin.
Como sé de la dificultad de encontrar esta revista por Manzanares os sugiero que la solicitéis en la biblioteca municipal "Lope de Vega" o en esta dirección Web:

http://www.elviejotopo.com/web/revistas.php?numRevista=234-235

No tiene desperdicio.

viernes, 17 de agosto de 2007

PARA LOS AMANTES DEL TEATRO

Para quienes estén interesados en un vibrante festival Internacional de Teatro Contemporáneo, ahí va la dirección:
http://www.fitclazarillo.com/
Llegar a Manzanares es fácil pero los organizadores no se han esmerado en el detalle. En fin algunas ideas: Ferrocarril, autobús, Km. 176 de la autovía de Andalucía, etc.

El programa para este año es atractivo y tentador y, además tenemos que fecilitar a la organización por la idea del tapeo y escena. Me apunto.

sábado, 4 de agosto de 2007

PARA EMPEZAR UN RELATO

J.A.

Cuando esto ocurrió tal vez fue mañana; no obstante, en realidad quizás estos hechos sucederán ayer; aunque a lo mejor el pasado futuro es contemporáneo y entonces ocurre que ya figura entre los estantes de las bibliotecas en el apartado de efemérides, o no, quién sabe si en este ambiente la memoria del disco duro apareció en el mañana de la noche que fue de día. En realidad, creo que nadie lo sabe.
Cuando anocheciendo una mañana J.A. tuvo que afanarse en la preparación de una opípara cena que se sirvió de desayuno, su mente anhelaba tener a su lado a aquel confidente que todo lo contaba, quiso contar con la vecina charlatana que silenciaba hasta el resultado de la quiniela deportiva y, además, pretendió jugar con el sumo sacerdote de lo espiritual que se dejaba aconsejar gozando de los manjares carnosos de la recatada mujer de sigilo rezo, pero entonces los pequeños ojos por los que irradiaba confianza conectaron con sus viejos y sordos oídos y la luz de la tiniebla alumbró el diagnóstico.
O tal vez fueron las frías temperaturas de aquel polvoriento verano lo que le llevó a disfrutar de un tremendo y excelso sol durante los meses diez del antiguo calendario y el de Eneas del nuevo, o es posible que el calendario tampoco fuera aquel y todo ocurrió en el hemisferio opuesto y la sangre se alteró sin que la mente lo descubriera, pero creo que tampoco estaba seguro de si el día de la semana era el de Mercurio o el de Venus, lo único que nos pudo relatar es que aquello le sucedió.
Pero tampoco hizo el desayuno, solo se preparó una caliente jarra con agua fría y tal vez aquel contraste le alteró los labios que se resecaron y las piernas se debilitaron y la mente sobre-actuó; nadie lo sabe.
Despierto dormía, trabajaba inactivo, veía en la oscuridad, bebía de un vaso ausente, comía de la fuente que un conocido artista reprodujo en el cuadro que colgaba de la habitación. Salió de allí rumbo a visionar el avance de su trabajo. El camino empezaba a considerarse una carretera de mediano comedimiento, en las coordenadas de San Pablo los cultivos florecían y prometían al menos una hermosa campaña, abundante y madurando un sabor y tamaño sin igual. El sudor caía en las hojas de las plantas y sonreían el inigualable caminar de J.A., aquello produjo la vuelta a la normalidad alternativa.
Sintió sed y hambre, miró al cielo y no se topó con las nubes blancas ni con el cielo azul, contempló el color ocre de las tierras que alguna vez había descrito en un papel con fe pública un escribano y que dijo al mismo tiempo que eran de su posesión y propiedad. Pensó que debía acudir al médico, pero al mismo tiempo consideró que lo que necesitaba era un agrimensor que deslindara las coordenadas de San Pablo.
Al día siguiente que al parecer creyó que se trataba de antes de ayer, al salir de la nave vio con sus pequeños ojos que el apero de gradas de disco se elevaba, la carcasa se derretía sin sentido y los arados de redondel quedaron alineados como emblema de los Juegos Olímpicos para después separarse, salir embestidos por la propia inercia de la gravedad y no juntarse ya nunca más. Cayeron sobre la carcasa fundida por combustión espontánea y allí desapareció para siempre la figura de la quimera onírica de alguien con buena voluntad que antes que él pensó que el mundo tenía capacidad de unirse frente a los problemas. Este fue el primer síntoma de que algo en J.A. no funcionaba correctamente. Lo que le ocurrió mentalmente con anterioridad fue el preámbulo. Sintió un dolor interno en su cuerpo y descansó sin darle más importancia a lo que había visto ocurrir al apero de gradas de disco. No lo comentó con nadie, tampoco le creerían.
El dolor amaneció con la noche en el cuerpo de J.A. al día siguiente, o tal vez ocurría en el día de la luna llena de la semana pasada del mes próximo. Sus largos y curtidos dedos que colgaban de sus fuertes manos se aposentaron en aquella zona que le producía el dolor, caminó unos metros escasamente, al aproximarse a la puerta de la salida y junto a la nave se encontraba la mula de cien caballos, la silla ya estaba puesta en su sitio, intentó asirse a ella con llave en mano, pero la electricidad de la débil mula no fue bastante alimento para ella en aquella ocasional mañana y se descompuso, las cuatro patas de la mula que en realidad eran cuatro ruedas se dispusieron a corretear alegremente pero en encarnizada competición alrededor del contorno de la sombra que el largo y recto cuerpo que J.A. proyectaba sobre la polvorienta tierra. J.A. observó que las cuatro ruedas hacían lo mismo, correr, correr y correr, sin embargo dos de ellas estaban mejor equipadas para la competición, entonces reflexionó, ¿por qué compiten las pequeñas? ¿Qué intentan demostrar? ¿Ganarán las pequeñas a las grandes? Las ruedas dejaron de girar a su alrededor no sin antes haber provocado con su malicioso juego competitivo un incendio sobre la mula que las había mantenido unidas durante toda su vida, el cuerpo de la mula se quemó quedando reducido a chatarra, las ruedas siguieron cada una por su lado para llegar al mismo destino sin ayudarse y sin acompañarse. J.A. volvió a sufrir el dolor, quedó sentado sobre la mayor de las piedras que había sobre aquella parcela de tierra de San Pablo y reflexionó que lo ocurrido con la mula es parecido a los hijos que devoran a la madre para entregarse en las luchas fraticidas que todo lo queman y lo derrochan, las ruedas llegaron a su destino sin caucho alguno.
El hinchazón de la bodega dio con su trasfigurada mente en el recordatorio de lo que eran los inmensos pechos y los generosos muslos de sus amigas o creía que lo eran, aunque en realidad imaginando, pensó que podía tratarse de las amigas de su mujer, pero algunas veces creyó que aunque pareciera increíble podría tratarse de los jugosos manjares de los que disfrutaban sus amigos por tener aquella suerte de mujeres ya que su delicado tacto no creía que sus enemigos pudieran ser tan afortunados. Sea como fuere durante aquella efímera reflexión sobre el sexo de los ángeles el dolor acudió de nuevo el antepasado lunes del año por inaugurar.
Pero entonces en su tosco caminar, que era otro síntoma de aquel estúpido y engorroso dolor, observó como las plantas del inmenso y espléndido maizal subían por encima de su coronilla le saludaban despidiéndose y eran engullidas por la fértil tierra de su santo favorito, de su San Pablo de todos los víveres, eran, las plantas devoradas por su fervoroso santo del sudor y de la justa faena, eran absorbidas por San Pablo y entonces comenzó una certera reflexión: ¿San Pablo habría vuelto a sus orígenes fariseos y se había olvidado del buen cristiano de la fe en el hombre y en el trabajo? O tal vez peor, ¿sería J.A. el que no llegara a entender la entelequia de la vida y de la vida sin semejantes? La cuestión es que su dolor, o tal vez San Pablo le estaban enajenando de lo que más apreciaba sin requerimiento previo y sin subasta en la que poder pujar.
Un hilarante sueño trabajando le produjo el dolor que no cedía. El placer de lo onírico lo sostuvo vital durante un instante inmensamente ocurrente. ¡Las sorpresas de la mente dormida! ¡Qué cosecha! Pensó junto a su grácil sueño J.A. Las cañas y mazorcas de maíz que desaparecieron debajo de la corteza terrestre se iban convirtiendo en bellas y exquisitas mujeres. Nunca J.A. tuvo los ojos tan abiertos y el santoral femenino tan fresco en su memoria. Al tiempo que recorría aquellos hermosos surcos de mujeres, descubría su rostro como si de la mazorca de una caña de maíz se tratara y les ponía nombre en función de la primera impresión que a sus encandilados ojos le parecían:
La primera en nombrar fue Dolores, y ya nos imaginamos por qué.
La segunda Rosario por que la vio de espaldas.
La tercera Juana por que la mordió y su sabor le recordó a los cultivos silvestres.
La cuarta Fraternidad, la siguiente Caridad, la siguiente Fe, y así una tras otra, a la antepenúltima le dio el nombre de Libertad, la penúltima Esperanza y a la última la llamó Milagros.
Sus rostros eran bellos y mágicos pero las siluetas de sus cuerpos estaban cubiertas por unas inseparables cañas que las hacía deseables e indesnudables. Se dormitó después de aquel sueño y el polvo de la tierra seguía ahí, el maíz efectivamente se lo había tragado la tierra y las mujeres se elevaron por encima de su cabeza hasta que no las pudo ver. Sus ojos volvieron a recobrar su pequeño tamaño natural. Olvidó el santoral.
Los feroces ogros de la medicina estaban para despacio. El dolor lo volvió a calmar posando delicadamente las yemas de su dedo índice y corazón derecho. Prosiguió su andadura por San Pablo, aunque a veces intranquilo llegó a opinar que tal vez se estaba encontrando con San Pedro. La verdad es que esto no llegó a confesarlo. Llegó caminando reposadamente hasta el brocal del pozo, miró por el circular agujero. Todo estaba oscuro. Lanzó una piedra. No la oyó entrar en el agua. Pensó de nuevo que estaba en otro jueves que finalizaba otra semana y que sus orejas ya solo servían para acoplar las patillas de sus clásicas gafas. Volvió a la nave a por ellas. Miró de nuevo por el agujero del pozo, se había secado inexplicablemente. El día siguiente recordaba que había regado el maizal que ya no existía pero en su interior pensaba que las mujeres lo habían agradecido porque les apagó la sed. Todo era confuso. Volvió a sentir dolor. Quedó rendido en el bálago, húmedo aún, del pozo sin líquido.
Al anochecer despertó alegre porque el Sol le deslumbró y le produjo sed pero el pozo no tenía agua. El dolor se había ausentado un largo rato y le dejó marchar hasta las ordenadas viñas que estaban para producir el mágico elixir del mosto. Llegó hasta las coordenadas de la viña pero en su lugar se encontró con un erial. Divertidamente pensó que había llegado a los dominios de algún vecino porque en su remota memoria tenía el recuerdo de haber trabajado para que los racimos colgaran de los leñosos sarmientos. Giró y volvió sobre sus pasos a volver a situarse, a orientarse, pensó que el dolor también le estaba trastocando aquel sentido tan necesario para andar por vías sin letreros de color azul. Sorprendido quedó cuando comprobó que su orientación anterior era la correcta. La sed se le pasó y tragó saliva. Regresó con cierto desamparo a la nave. Miró su símbolo favorito, regresó el dolor, la hoz había enloquecido y cortaba las ramas de los árboles que tan agradecida sombra producían. El martillo le cayó sobre la cabeza y J.A. enmudeció víctima de otro prolongado sueño.
Las teclas del piano se movían arbitrariamente, su sonido era el de un saxo, la percusión imitaba la alegoría del mundo subterráneo a través de un cilindro. J.A. salió despedido del mundo cilíndrico y quedó aposentado sobre una existencia plana dentro de un triángulo isósceles en uno de sus lados iguales, en el otro lado semejante podía contemplar a las féminas, el lado distinto que cerraba el triángulo era al que los habitantes de aquel mundo plano querían aspirar. Nadie lo conseguía, era el lado de la desigualdad.
Sonriendo despertó de aquel extraño sueño. Al menos lo onírico le había hecho recapacitar sobre su vital existencia. No deseaba vivir en un mundo plano aunque no existiera la desigualdad. El dolor, que regresó, le hizo sentir la imperiosa necesidad de implorar por su salud en busca de la libertad del ser humano, no obstante, al levantar la vista hacia el horizonte observó con cierta perplejidad que durante el trascurso de su raro sueño había quedado desguazada la nave donde tenía su centro de operaciones agrícolas. Recapacitó de nuevo y le pareció excesivo el tributo para continuar sobre la esfera humana. En realidad había perdido todo su entorno. En verdad ya no tenía donde ocuparse. No le había quedado sitio donde guarecerse. Le daba la sensación de que debía empezar de nuevo y además el dolor no remitía, sentía que el hilo que conducía al polvo terrenal se estaba agotando, quemando, consumiéndose en suma con su misma existencia. No recordaba que hubo una vez en que tuvo familia y amigos. Su mente se encontraba desesperadamente hundida. De los útiles de la cotidianidad sólo un teléfono móvil había quedado dentro de sus ajadas ropas, caminando de nuevo hasta el pozo también perdió el único instrumento que le podía mantener comunicado con el resto de su entorno más cercano.
Otro amanecer anochecidamente oscuro le separaba de la realidad. Las luces naturales también se debilitaban, entonces a lo lejos oyó la melodía socarrona de su olvidado teléfono móvil. Estaba convencido de que tenía que recibir alguna buena noticia por estúpida que fuera. Estaba convencido de que ya no podría continuar mucho tiempo en aquella dolorosa existencia. Estaba convencido de que no llegaría a alcanzar a tiempo el dichoso aparato que no dejaba de reproducir su programada y reiterada melodía de llamada. Estaba convencido de que, a pesar de ello, volverían a repetir la llamada y para entonces ya lo habría alcanzado. Así ocurrió, la melodía se apagó, pero J.A. desfalleció del cansancio y tampoco logró alcanzar su objetivo.
Al término de un instante, efectivamente, repitieron la llamada, J.A. rendido sobre el camino no podía levantarse, resopló lacónicamente y el polvo que generó su débil aliento cegó sus ojos. El teléfono seguía emitiendo y J.A. inmóvil y agotado pudo observar el generoso vuelo de una blanca paloma que ávida de curiosidad aposentó las garras de sus patas sobre el “Movistar” pulsando casualmente la tecla para recibir la llamada. Este movimiento generó que el equipo de profesionales que se encontraba al otro lado localizara, a través del satélite, la situación de J.A.
Las agujas del reloj de J.A. marcaban una hora fuera de esfera y la luz se hizo de nuevo. Llegó hasta su altura un equipado helicóptero. Alguien bajó del mismo y se acercó con rapidez a J.A., éste sintió un leve pinchazo sobre las venas de su antebrazo derecho y un líquido incoloro corrió por sus venas, las viñas aparecieron y sus enormes racimos brillaban esperando las caricias de las manos de J.A. Un diestro médico alcanzó la zona del cuerpo de J.A. en la que se producía el dolor, el agua del pozo inundaba de nuevo el majestuoso maizal que tanto sudor le había costado conseguir al laborioso J.A., el cirujano continuaba su trabajo en el desorientado cuerpo de J.A., la nave volvió a ser ocupada por su tractor polvoriento por la faena que había terminado recientemente con la grada de discos. El hilo de sutura cerró la herida gracias a la habilidad de una preciosa enfermera, el martillo y la hoz quedaron de nuevo inmóviles, como siempre, sobre la terraza que volvió a disfrutar de una encantadora sombra.
J.A. volvió a la vida gracias a que no estaba solo en el mundo y a los satélites que antes le habían hecho la vida algo incómoda.