I.R.A.K.
(Insuficiente Respuesta Al Krimen)
Sin cuentos, sin personajes supuestos, sin bromas, sin sarcasmos, sin lugares imaginarios.
El once de marzo del año dos mil cuatro fueron masacradas en la capital de nuestro Estado muchas vidas de nuestros semejantes. Otros ciudadanos y ciudadanas fueron mutilados, muchas otras, heridas en sus sentimientos para siempre. Seguro que jamás olvidarán lo sucedido aquel jueves once de marzo en Madrid. El resto de españoles nos quedamos con un sentimiento de rabia e impotencia que a duras penas vamos superando.
Sólo imaginar que aquel fatídico día podría haber viajado en uno de aquellos trenes cargados de ira explosiva, rociados de impiedad incendiaria, llenos de venganza, sembrados de terror me hace llorar, no sé si de impotencia, de miedo, de frustración o simplemente llorar sin otro motivo que el de las lágrimas de la gente que te acompaña, del compañero que te revela secretos, llorar por la muerte de la chica tan atractiva en la que te fijaste al cruzar por el pasillo del tren y comprobar que sus lindos ojos fueron aplastados por un tornillo de la metralla sientes ganas de llorar, llorar porque también aquel anciano que iba a la revisión del oculista ya no volverá a ver el cielo porque el fuego cegó su vista para siempre, llorar por aquel bebé que se desintegró entre la chatarra y nadie supo dar con él, llorar por los compañeros mineros por su impotencia al verificar a lo que condujo la codicia de un miembro del gremio, llorar porque podía haber muerto yo mismo, llorar por la desesperación que inundó a los sanitarios ante esa barbarie, llorar por ese joven estudiante al que ya nunca más le amargarán la vida las matemáticas, llorar por aquel chiquillo neófito en democracia y que tan ilusionado estaba en acudir a las urnas presumiendo jactancioso de la opción elegida y se quedó cadáver con la papeleta del PP agujerada en el bolsillo de la trenca que le arropaba, llorar por el ciego terrorista que nunca identificó a sus enemigos, llorar porque mis hermanos y amigos llorarían, llorar porque mis hijos no disfrutarían de las tonterías de su padre cuando tiene un chato de vino de más, llorar porque mi mujer dejaría de gozar de un torpe amante, llorar porque mi madre rezaría, llorar porque me mintieron cuatro políticos sin vergüenza, sin ética, cuatro políticos de mierda a los que les importamos un comino. Llorar porque sólo se puede llorar. ¡¡Salvajes, asesinos!!
Llorar porque como dice esta pandilla de cuatreros mentirosos no se han encontrado ni condenado a los responsables intelectuales del atentando. Llorar porque se siguen riendo de todos nosotros mientras toman sesiones de rayo UVA, llorar porque siguen burlando la Justicia, llorar porque no toleran una democracia que no les conceda una mayoría para seguir mintiendo desde el Aparato. Llorar porque son ellos los que ocultan y encubren a los responsables intelectuales del crimen. Ahí los tienen, juzguénlos, condénenlos y pénenlos: Bush, Blair, Aznar, y, después… si tienen valor, lloren también.
(Insuficiente Respuesta Al Krimen)
Sin cuentos, sin personajes supuestos, sin bromas, sin sarcasmos, sin lugares imaginarios.
El once de marzo del año dos mil cuatro fueron masacradas en la capital de nuestro Estado muchas vidas de nuestros semejantes. Otros ciudadanos y ciudadanas fueron mutilados, muchas otras, heridas en sus sentimientos para siempre. Seguro que jamás olvidarán lo sucedido aquel jueves once de marzo en Madrid. El resto de españoles nos quedamos con un sentimiento de rabia e impotencia que a duras penas vamos superando.
Sólo imaginar que aquel fatídico día podría haber viajado en uno de aquellos trenes cargados de ira explosiva, rociados de impiedad incendiaria, llenos de venganza, sembrados de terror me hace llorar, no sé si de impotencia, de miedo, de frustración o simplemente llorar sin otro motivo que el de las lágrimas de la gente que te acompaña, del compañero que te revela secretos, llorar por la muerte de la chica tan atractiva en la que te fijaste al cruzar por el pasillo del tren y comprobar que sus lindos ojos fueron aplastados por un tornillo de la metralla sientes ganas de llorar, llorar porque también aquel anciano que iba a la revisión del oculista ya no volverá a ver el cielo porque el fuego cegó su vista para siempre, llorar por aquel bebé que se desintegró entre la chatarra y nadie supo dar con él, llorar por los compañeros mineros por su impotencia al verificar a lo que condujo la codicia de un miembro del gremio, llorar porque podía haber muerto yo mismo, llorar por la desesperación que inundó a los sanitarios ante esa barbarie, llorar por ese joven estudiante al que ya nunca más le amargarán la vida las matemáticas, llorar por aquel chiquillo neófito en democracia y que tan ilusionado estaba en acudir a las urnas presumiendo jactancioso de la opción elegida y se quedó cadáver con la papeleta del PP agujerada en el bolsillo de la trenca que le arropaba, llorar por el ciego terrorista que nunca identificó a sus enemigos, llorar porque mis hermanos y amigos llorarían, llorar porque mis hijos no disfrutarían de las tonterías de su padre cuando tiene un chato de vino de más, llorar porque mi mujer dejaría de gozar de un torpe amante, llorar porque mi madre rezaría, llorar porque me mintieron cuatro políticos sin vergüenza, sin ética, cuatro políticos de mierda a los que les importamos un comino. Llorar porque sólo se puede llorar. ¡¡Salvajes, asesinos!!
Llorar porque como dice esta pandilla de cuatreros mentirosos no se han encontrado ni condenado a los responsables intelectuales del atentando. Llorar porque se siguen riendo de todos nosotros mientras toman sesiones de rayo UVA, llorar porque siguen burlando la Justicia, llorar porque no toleran una democracia que no les conceda una mayoría para seguir mintiendo desde el Aparato. Llorar porque son ellos los que ocultan y encubren a los responsables intelectuales del crimen. Ahí los tienen, juzguénlos, condénenlos y pénenlos: Bush, Blair, Aznar, y, después… si tienen valor, lloren también.
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